Cadalso, Diciembre de...
Estimado/a
compañero/a:
Sólo unas letras para recordarte que cuando
éramos chavales el último día de clase antes de las vacaciones de Navidad, los
chicos nos pedíamos las señas para mandarnos cristmas.
Solíamos recibirlos en las fechas que van de Navidad a Nochevieja y casi siempre coincidía con un día nevado (¡ nevaba tanto en nuestra adolescencia, que no le dábamos la importancia de ahora !); me puedes creer o no que eres muy libre, pero aquel día yo era feliz sin saberlo.
Solíamos recibirlos en las fechas que van de Navidad a Nochevieja y casi siempre coincidía con un día nevado (¡ nevaba tanto en nuestra adolescencia, que no le dábamos la importancia de ahora !); me puedes creer o no que eres muy libre, pero aquel día yo era feliz sin saberlo.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZSe_cvITEDEw89q_ZzJ969r4oGdPt1Tnt_3I-0r72nkD3BALDxT6FFL28qK5nAIAhM75m792ULOffrmZl6eKZ9CbZ_O1xsD-Sb6W-MCTwcgBPeHr9EplJuHHzknZKQa7JZBRQ427qgU0/s400/110bceb30b9d203e5ab4f792e6d5a049--sms-cesar.jpg)
Respecto a lo de mandar cartas te diré que,
como ya sabrás, los grandes adelantos tecnológicos van acabando con esa
maravillosa costumbre aunque, afortunadamente, también en eso, estas Fiestas
son diferentes y conservan esa tradición postal que tanto me entusiasma.
Recibir cartas que me hablaran de lo cotidiano de las personas (el amor, la
amistad, la alegría, la pena, el desencanto, la pérdida... ya sabes, esas
cosas); siempre me pareció insustituible, ellas quedan como testigos de la vida
vivida como queda una música, un libro o el recuerdo de un amor. Las cartas son
capaces por sí solas de explicar los más bellos pedazos de nuestra existencia.
La última vez que recibí cartas como dios manda fué en Argel,
cuando me llegaba
alguna de alguien que apreciaba me generaba ilusión para muchos días, me hacía
olvidar aquel mundo tan ajeno y me convocaba a otras fantasías, a otros gozos
que yo intuía estaban por llegarme. Ahora mismo son las únicas pruebas de que
aquello existió en mi vida, que fue real y no algo soñado o imaginado
únicamente ellas lo pueden atestiguar. ¿Qué otras pruebas tengo?, nada conservo
del lugar, no me apetecía. Y hasta resulta paradójico porque incluso ni ellas
fueron escritas allí. Nacían aquí, en mi tierra, en mi vida ausente para
reclamarme; sólo la dirección sirve como prueba irrefutable. Guardé las más
entrañables, las más elocuentes, las más cariñosas, las más trabajosas, las más
desgarradas, las más deseadas, las más insospechadas… Las puse en una pequeña
bolsa de tela que se cierra con un cordel, una caricia, una nostalgia y un poco
de amor; las tengo en Cadalso (todo lo entrañable lo tengo allí y lo poco que
quede de mí en el futuro también deseo descanse junto a ello), están en la
habitación pequeña del sótano, en un mueble discreto y humilde barnizado en
oscuro. Temo leerlas porque me sumen en la derrota de esta vida. Sus secuaces:
el tiempo y los días, acaban venciendo a todo y todos sin siquiera ser
generosos con el derrotado. ¿Sabes?, en esos momentos de soledad maldigo en voz
alta la injusticia del paso del tiempo entre lágrimas y puños cerrados; roto y
descorazonado maldigo todo, como si fuera D. Quijote blandiendo su sable contra
los pellejos de vino. Sin embargo, quisiera tener la fuerza suficiente para
leer las misivas de mi padre, descubrir los mensajes cifrados y secretos que
estoy seguro él mandaba ocultos entre letras y que no supe encontrar y así, de
esta forma, resucitaría su mundo que aparecería precario, tierno y radiante en
sus cartas: Su vida abriéndose camino. Entonces él tenía la edad que yo tengo
ahora -algo que me conmueve-, por eso creo que la complicidad de los años me
daría las claves de sus secretos.
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Bueno, disculpa; en realidad me estoy
haciendo un lío, la idea era escribir unas líneas testimoniales en esta primera
carta que te mando después de casi ocho años que nos conocemos. Por lo demás,
da recuerdos a todos los que me conozcan por ahí y vivid este año con un
espíritu abierto a lo humano que es lo único que está demostrado poseemos de
valor. El resto no dejan de ser conjeturas más o menos razonadas buscando
convencernos a nosotros mismos de que no moriremos del todo. Además, proclamo,
¿para qué tantas religiones y dioses si al final de lo que se trata es de
amarnos unos a otros y eso, no lo negarás, podemos hacerlo solitos? Don Quijote siempre tiene razón: "-Sancho,
hijo, ellos que son Dioses que se quieran a lo Divino y nosotros como humanos
que somos querámonos a lo humano". ¡La leche! Ni que fuera de Cadalso...
Sin otro particular, quedo ansioso por
recibir nuevas tuyas que me pongan al corriente de como va tu vida y la de tus
seres más queridos. Recibe, entre tanto, un abrazo de los de verdad.
Tu
amigo,
Con las cartas también perdimos la ilusión de compartirlas. ¿Volverán algún día?
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