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miércoles, 28 de julio de 2010

Cartas al blog...

DISCAPACIDAD

Capítulo III



ANTECEDENTES HISTÓRICOS (2ª Parte)

Durante los siglos XV y XVI se comienza a atribuir causas orgánicas a la discapacidad y aparecen las primeras tendencias en tratamientos de rehabilitación. Aún así, los “anormales”, se constituyen en un pretexto divino para despertar la caridad. El fin: la promesa de salvación y la vida eterna. Al menos, ya no son considerados “fenómenos”, ahora solo son miserables. Su función ya no era la de divertir o la de despertar arrepentimiento. Era mucho más digno: el de ser portadores de la enseñanza divina, liberar a los normales del pecado, por la caridad.

En los siglos XVII y XVIII, a los discapacitados psíquicos se les consideraba trastornados y eran enviados a manicomios y orfanatos, como modo de esconderlos a la sociedad. En el XIX se institucionaliza el trato de las discapacidades psíquicas principalmente, pero con el sentido de proteger a las personas normales de las no-normales. Es durante este periodo que se consolida socialmente la segregación y discriminación de las personas discapacitadas, generando cierto temor al trato con éstas. Este sentimiento se mantiene inconsciente hasta el día de hoy en nuestra cultura. Esto fue lo que la sociedad obligó a creer durante mucho tiempo a los discapacitados: eran personas minusválidas, sin valor, incapaces de desarrollar una consciencia crítica, un sentimiento. Seres, por tanto, sin voz y sin voto.

Después de la Gran Guerra (1914-1918) se comienza a visualizar a los discapacitados como un ser social que debe reincorporarse a su medio, desarrollándose de forma espectacular técnicas y procesos rehabilitadotes y farmacológicos. Se abre un nuevo mercado: atención, recuperación e integración de las personas discapacitadas. Afortunadamente se rompen tópicos y comienza a cambiar el concepto social de discapacitado. Tímidos comienzos en los que aún éramos inútiles, inválidos, incapacitados o trastornados en los documentos oficiales. Por experiencia propia, sé lo que es tener un documento oficial de los años 70 en el que se me declara inútil por tener secuelas de poliomielitis.

Pese a todo, el ser humano se empeña, no sé si por aburrimiento o por insensatez, en no aprender de la historia y durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el régimen nazi volvió a practicar la eliminación selectiva de individuos discapacitados, en busca de la raza perfecta, tal como hicieron hace más de XX siglos los antiguos griegos.

En los últimos 60 años se ha producido un reconocimiento de las potencialidades de las personas discapacitadas, incorporando conceptos de rehabilitación laboral y educacional. Se crea el concepto de integración y normalización, pero no puede universalizarse, dada la enorme variedad de discapacidades. Es muy difícil encontrar un camino común, pero el sentimiento social de aceptación y valoración sigue avanzando.

Hoy en día se persigue más un modelo de autonomía personal, basado en principios como la solidaridad, el respeto, la individualidad y la universalidad, promoviendo así la igualdad de oportunidades para todos. Este es el espíritu que impregna nuestra Carta Magna y las leyes orgánicas, decretos, reglamentos, órdenes y demás parafernalia legislativa que sistemáticamente incumplimos la mayoría de los mortales. Claro, que con el ejemplo que nos dan desde los poderes públicos y fuerzas vivas de la sociedad, tampoco vamos tan mal. Son las personas, una a una, las que trasmiten esa sensación de normalización, de integración, cuándo se acercan a los discapacitados y les tienden la mano de la comprensión y el apoyo de su energía. En esto, estamos por el buen camino. Quizás tendríamos que aprender de la etnia Semang, de Malasia, que empleaban a los discapacitados físicos como hombres sabios o los antiguos nórdicos que creían que los discapacitados eran eslabones de conexión con los dioses y los trataban como tales.

Y, como lo que sí se lleva mal es el calor, esta vez he pensado en algo refrescante. Ya sabes que es un buen empeño volar sin alas, por eso hay que intentarlo. A 85 Km./h. El nombre esta vez puede ser Keers-Jan van der Klooster, pero en realidad puede ser cualquiera que diga: “ALLÁ VOY”. ¿Te vienes?

Un abrazo
Salud


pincha aquí...

http://www.youtube.com/watch?v=mC1hJi1cnkA&feature=related




1 comentario:

  1. Felipe.. el día que te vea yo en un vídeo como este voy a proponer que te quiten la paga... joder si se te sale el alma viéndolos descender.. esto si es superación....¡¡¡¡
    un abrazo compi y felices vacaciones...

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