lunes, 1 de abril de 2019

el vino y el queso...


El vino y el queso son dos de los grandes placeres de la vida. La mayoría de la gente tiende a maridar el queso con vino tinto, sin embargo, hay muchas más posibilidades. Aunque no hay reglas estrictas cuando se trata de maridar el vino y la comida, es importante tener en cuenta cómo el vino y el queso influyen el uno en el otro, y qué vinos y qué quesos son mejores para ir de la mano.

¿Sabías que en otras épocas cuando posibles clientes visitaban las bodegas a menudo se les ofrecía un poco de queso antes de catar el vino? Esto se hacía con la intención de enmascarar los posibles fallos que ese vino pudiera tener, ya que el sabor y la grasa del queso hacían que el paladar tuviera menos sensibilidad. Afortunadamente hemos avanzado, y hoy en día tenemos una enorme variedad de vinos y de quesos maravillosos entre los que elegir.
Cuando maridemos vino y queso la clave está en unir intensidad de sabores, texturas, acidez y taninos. Las posibilidades de maridaje son infinitas, por lo que, para hacerlo más fácil, he dividido los quesos en diferentes categorías:

Quesos curados, maduros y con mucho sabor, como Manchego o Parmesano, tienden a tener sabores intensos, y combinan mejor con tintos de mucho cuerpo, por ejemplo, un Burdeos mezcla de Cabernet Sauvignon y Merlot o un buen Rioja Reserva. Otra posibilidad es probar un Chardonnay con toque de roble o un Amontillado Sherry. El queso curado tiene una mayor concentración de sabor, que suavizará los taninos en los tintos. Mientras tanto, el sabor del queso no eclipsará un blanco con roble ni el inconfundible toque a nuez del Amontillado.
Quesos frescos, como Feta, Ricotta y Mozzarella suelen ser más lácteos y suaves, por lo que lo ideal sería que los combinases con un fresco y joven Pinot Grigio o un Verdejo seco o con un tinto que sea bajo en taninos, como un Pinot Noir, Gamay (Beaujolais) o un Zweigelt de Austria.
Quesos semi-suaves, con sabores más delicados, como un Gouda, Gruyere o Havarti, maridan mejor con blancos secos, o quizá con un tinto con notas de roble o especias como un Garnacha de Aragón o un Syrah del Ródano.
Los quesos cremosos, como un Brie o un Camembert, requieren vinos con un nivel más alto de acidez natural para equilibrar la grasa del queso. Un buen Riesling, un Albariño o, incluso mejor, un Godello, que tiene una textura ligeramente oleosa, junto con su alta acidez natural. Otra opción es un vino espumoso, porque las burbujas y la acidez combinarán de manera muy agradable con el queso cuando los tomes.
¿Y qué hay de un queso azul fuerte como un Cabrales, un Stilton o un Gorgonzola? En ese caso lo que mejor funcionará es un estilo de vino que contraste completamente. Prueba un Sauternes, un Port o un Riesling última cosecha y te sorprenderás de cómo se equilibran la intensidad natural de sabores, texturas y dulzor de uno y otro, haciendo un maridaje gastronómicamente perfecto.

Maridar vino y queso es una estupenda forma de experimentar y encontrar tus propias preferencias, yo por ejemplo marido tres elementos: el chusco  de pan candeal, el queso de obeja y el albillo blanco de Cadalso...y eso es único...

 ¡A disfrutar!

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