martes, 23 de septiembre de 2025

Homenaje a un GRAN MAESTRO...

 

Tengo que aclarar que este artículo lleva en mi Blog como borrador varios años y hoy al verlo intentaré publicarlo porque es de mi amigo Balta...


Baltasar Villarín Conde


Era el otoño del 62, acababan de terminar las Fiestas, como siempre en aquellos años, pasadas por agua y con los capotes al viento. La vendimia y su fiel aroma a mosto, junto con los pegajosos escobajos, poblaban despiadados la explanada de la bodega Cooperativa. Fue muy cerca de allí, en la casa de dos plantas que unía las calles de la bodega y de Carlos Ruiz, frente al imponente Cuartel de la benemérita, que hacía las veces de escuela Parroquial hasta la construcción de la definitiva, donde lo conocí. Uge lo llamaba todo el mundo, abreviatura de su nombre, Eugenio Muro Sibert, para mí, siempre, con el don delante. Era nuestro primer maestro tras el obligado paso por el parvulario a cargo de una mujer inolvidable, doña Angelita, un nombre premonitorio de su labor con los niños cadalseños en los difíciles momentos de su inicio escolar, el primer paso a la cruda realidad de la vida. En la planta de arriba, con doña Espe, las niñas, ya sin su baby blanco, pero con las inevitables trenzas. Y abajo, nosotros, los niños, a cargo de Don Eugenio cuya primera imagen fue la de un hombre alto, con una incipiente alopecia, voz modulada y rotunda e imagen de seriedad en el más amplio sentido de la palabra que infundía, por igual, confianza y respeto. El sitio era provisional, hasta que terminase las obras de las Escuelas Parroquiales en la calle de la Eternidad, a espaldas de la iglesia. De este periodo me queda el recuerdo de Julio, un amigo de San Antón que al poco tiempo recaló en Madrid y al que no he vuelto a ver, era nieto del tío 'Fagoto' y era, esencialmente, bueno. Al poco tiempo llegó el momento del traslado, qué alegría, qué ilusión, escuela nueva, pupitres novedosos, diferentes y pudiendo elegir. 
Allí permanecimos dos años decisivos e inolvidables. Don Eugenio sentado en su mesa, entre la estufa y la pizarra, mirando hacia el sur y frente a las cinco filas y tres columnas de niños ávidos de aprender de los libros y de la vida. De los libros se encargaría la Enciclopedia Alvarez, uno de esos privilegios de nuestra generación al que el tiempo, haciendo justicia, ha puesto en su sitio, de la vida se encargaría el día a día y, especialmente, nuestro Maestro. Él nos descubrió París mientras nos embelesaba con su viaje de bodas a la ciudad de la luz, nos transmitió los peligros de la inconsciencia con la historia de aquellos hermanos de Buenaventura, su destino anterior, con un tenedor que terminó clavado en infausto lugar, nos descubrió a Samaniego y su manera de fabular ( al regresar del otero.....), también que además del lápiz había plumas para redactar ( la suya era una Parker verde), de lo importante que era en la vida la caridad (todos los sábados la aplicaba con la inolvidable Fidela), que un maestro además de mirar y enseñar debe de observar ( el descubrió mi déficit visual), que la jerarquía, la disciplina y el respeto, aunque incómodos, nunca deben faltar (muchas vueltas al aula sin parar tratando de rectificar), que es importante el trato ecuánime e igual (Antonio, a la par que alumno, su hijo, bien lo puede corroborar) y muchas cosas y circunstancias más. Fue la etapa más impactante de mi vida cadalseña escolar, imborrable e inolvidable, Él fue mi MAESTRO, el que cada uno llevamos dentro, con él preparé el Ingreso, peldaño imprescindible para el bachillerato, siempre le mostré el respeto y la gratitud que se ganó a pulso en mi más tierna infancia. Nunca olvidaré dónde, cuando y cómo supe de su adiós, ni la pena por su triste y solitario final y la impotencia de no poderle acompañar hasta su morada final.

Este es mi recuerdo y mi gratitud a Don Eugenio, mi MAESTRO, ese que se paseaba en una Montesa beige con alforjas claveteadas, que nos descubrió París con la palabra, la tinta para escribir, la pasión por el Madrid y la importancia de vivir fiel a uno mismo, a sus creencias, sus valores y su verdad. D.E.P.

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