SUDORES Y SENSACIONES
Salgo de Cadalso hacia la carretera de San
Martín, aún no llevo un kilómetro recorrido y me arrepiento. Pienso que por la
de Rozas hay más kilómetros y me decido a cambiar. Paso por la casa de mi
infancia -la Caseta de Camineros-,
bajo la sombra de una enorme acacia que ya no existe, me sentaba las tardes de
verano acompañando a mi abuela y a mi tía, ellas cosían en bastidor y yo leía,
de manera incansable, tebeos que me transportaban a ignotos lugares. Sobre esta
misma carretera las noches calurosas del estío dibujaba con agua contenida en
una cantimplora el nombre de mis ciclistas favoritos: Fuente, Gandarias, Pérez Francés... Todo está muy seco; oigo un
ruido entre el pasto, es un lagarto, nunca he podido soportar a los reptiles.
Marcho bien, es llano. Pasa un coche y un niño se me queda mirando gozoso por
el cristal trasero. Me animo. Comienza una subida, en su inicio me asfixio, sé
que éste es uno de los peores momentos, una vez superado me relajaré y tomaré
más fondo físico, con este pensamiento lo supero. Se va haciendo suave el
repecho y comienza un llano. Llevo 25 kms. y el agua parece caldo de sopa. No
importa, siempre me fue bien el calor en bicicleta.
Empiezo el ascenso desde Sotillo al puerto de Casillas. Es el más duro de la zona,
los casi ocho kms. se hacen eternos y agotadores. Me rebasa como un rayo una
moto, su conductor hace sonar el pito y su acompañante femenina mira
saludándome con la mano. Lo agradezco y me ayuda a superar la primera parte
desarbolada de la ascensión, al segundo trecho le acompañan los pinos y sus
sombras son para mí lo más importante en este instante, he recorrido 35 kms. y
me encuentro fresco. Me molesta un poco el "coulotte", coloco mejor
la almohadilla y siento alivio. Me rocío la cabeza con agua para contrarrestar
la envidia que me produce la contemplación de una piscina cercana rodeada de
verde césped y chicas lozanas. Esta zona es mucho más fresca, hay viejos
castaños que amparan mi recorrido fatigoso. Medito en que estoy expulsando
toxinas que me eran superfluas, esta tarde me hallaré mental y físicamente a
tono, exagerando, si cabe, esta hazaña de sudor y mezcla extraña de
sensaciones.
A los sesenta kilómetros acometo la
escalada a La Granjilla, son cinco
mil metros entre curvas, barrancos y pinos, menos duros que los anteriores pero
a estas alturas cualquier subida es como L'Alpe
Duez o parecida. Recuerdo que en invierno lo subí entre una niebla espesa
que semejaba muros de algodones; hoy, por contra, hace un día muy caluroso y
encuentro en este contraste un milagro que pocas veces agradecemos, ¡cómo no se
consigue con ordenador..! Desde la carretera observo una portalera y oigo el
balar angustiado de un cordero que llama a su madre. Y yo aquí, ¿puedo llamar a
alguien que sepa escuchar mis lamentos? Lo más inmediato es coger agua fresca
que brota de la fuente que hay en la carretera de Ávila, me la recomendó un día un paseante solitario por su frescor.
Una vez coronada la cima comienza una bajada pronunciada, cambio al plato
grande y piñón pequeño y bajo pedaleando, me inclino sobre el manillar y
observo el resplandor destellante que produce el sol al chocar contra los
radios, atrapo ese instante en un hueco mental, puede servirme en el futuro.
Cruzo un pueblo que visité esta Semana Santa con mi familia, está muy
concurrido. Oigo gritar a un niño: "-¡Mira mamá, Perico!". Admiro a Perico
Delgado desde que hace unos años le vi demarrar en Los Alpes y dejó
"clavados" a todos sus acompañantes. Las cunetas brillaban con la
nieve que a su paso iba derritiendo su aliento y reconozco que me emocioné
cuando el locutor gritó:
“-¡Perico se va como una moto señores!”. Yo daba botes nervioso en el sillón chillando: “-¡Vamos Pedro!”. Tenía carisma este hombre aunque era irregular como corresponde a los genios, quizá fuera eso lo que más me atraía de él, no me gustan los que ganan siempre, no me veo reflejado en ellos. "Gracias chaval por generar un recuerdo bonito con tu ingenuidad".
“-¡Perico se va como una moto señores!”. Yo daba botes nervioso en el sillón chillando: “-¡Vamos Pedro!”. Tenía carisma este hombre aunque era irregular como corresponde a los genios, quizá fuera eso lo que más me atraía de él, no me gustan los que ganan siempre, no me veo reflejado en ellos. "Gracias chaval por generar un recuerdo bonito con tu ingenuidad".
Empieza a molestarme la pierna derecha,
llevo 88 kms., me faltan los seis últimos que me dejarán de nuevo en Cadalso y que se corresponden con la doble
subida a "Tórtolas". El
desnivel es muy pronunciado y acaba por darte la "puntilla", si fuera
más largo sería un puerto-Tour.
Observo una ardilla subir velozmente hacia la copa de un pino desde donde observa satisfecha el valle. Es curioso, por aquí paso miles de veces en coche y sin embargo ahora es como si fuera la primera, como si pasara dormido todas las demás. Hay una culebra muerta que la sorteo no sin dificultad. Supero a un cadalseño que viaja sobre un borrico, es el padre de un amigo, nos saludamos sonrientes; rememoro que hace unos años eran muchos los que como él frecuentaban estos caminos con tiempo suficiente para observar y pensar; el progreso nos dio velocidad, a cambio nos tomó prestado el tiempo para meditar.
Observo una ardilla subir velozmente hacia la copa de un pino desde donde observa satisfecha el valle. Es curioso, por aquí paso miles de veces en coche y sin embargo ahora es como si fuera la primera, como si pasara dormido todas las demás. Hay una culebra muerta que la sorteo no sin dificultad. Supero a un cadalseño que viaja sobre un borrico, es el padre de un amigo, nos saludamos sonrientes; rememoro que hace unos años eran muchos los que como él frecuentaban estos caminos con tiempo suficiente para observar y pensar; el progreso nos dio velocidad, a cambio nos tomó prestado el tiempo para meditar.
Estoy en plena ascensión. Me refresco. En
este instante pasa por mi mente Félix,
un cadalseño que participó en la competición ciclista de las fiestas de hace
años, resultó ser el único aficionado ya que el resto de corredores militaban
en equipos organizados. Recuerdo que le sacaban varias vueltas de ventaja.
Anochecía y aún le restaban dos vueltas, sólo quedaba él en carrera. La gente
le esperaba como si fuera el primero. Nadie se movió, ni siquiera cuando
descargó una gran tormenta. Yo estaba debajo de un árbol solo y con las manos
metidas en los bolsillos.
Fue un clamor al ver aparecer las motos de la Guardia Civil que anunciaban su llegada. Cuando cruzó la meta todo un pueblo le aclamó. Le abrazamos, le tocamos, le izamos en volandas. Llorábamos empapados y en él sus lágrimas se confundían con una mezcla hermosa de agua, sudor, cansancio y felicidad: “-¡Viva Félix! ¡Eres el mejor! ¡Viva la madre que te parió!”. Alguien arrebató un cohete al alguacil y lo lanzó al aire confundiéndose su estruendo con el de los truenos. Aquel atardecer supe lo que tira de uno su tierra y sus gentes. Ganó la carrera un chico rubio, alto, guapo, con los pelos rubios de sus piernas afeitados. Nadie recapacitó en él. Hacia tiempo que la gesta de un perdedor había cautivado nuestro corazón. Digo yo que alguna vez a los perdedores, aunque sólo sea en nuestros corazones, les tocará ganar, ¿no?
Fue un clamor al ver aparecer las motos de la Guardia Civil que anunciaban su llegada. Cuando cruzó la meta todo un pueblo le aclamó. Le abrazamos, le tocamos, le izamos en volandas. Llorábamos empapados y en él sus lágrimas se confundían con una mezcla hermosa de agua, sudor, cansancio y felicidad: “-¡Viva Félix! ¡Eres el mejor! ¡Viva la madre que te parió!”. Alguien arrebató un cohete al alguacil y lo lanzó al aire confundiéndose su estruendo con el de los truenos. Aquel atardecer supe lo que tira de uno su tierra y sus gentes. Ganó la carrera un chico rubio, alto, guapo, con los pelos rubios de sus piernas afeitados. Nadie recapacitó en él. Hacia tiempo que la gesta de un perdedor había cautivado nuestro corazón. Digo yo que alguna vez a los perdedores, aunque sólo sea en nuestros corazones, les tocará ganar, ¿no?
Estoy superando el primer tramo, voy tan
despacio que parece que subo parado, ¿es posible esto? Me levanto sobre la
bicicleta pero las piernas se niegan a sostenerme. Me siento de nuevo y consigo
superar el primer escollo difícil. Sudo abundantemente y desfallezco. Echo la
última agua que me queda sobre mi cabeza y siento una ligera recuperación.
¡Ánimo!, quedan 800 metros. eternos e inhumanos. Un camión reduce su velocidad
porque no puede pasarme en una curva, seguro que su conductor me estará
maldiciendo. No importa, sólo quiero coronar el puerto sin rendirme. No quiero
coches, ni motos, ni ordenadores, ni siquiera echo de menos el aire
acondicionado. Quiero ser yo, felicitarme a mí mismo satisfecho, ofrecerme este
triunfo sensacional para rumiarlo antes de dormirme. ¡¡¡Lo he conseguido!!!, ¡¡¡Uff,
qué mal rato!!!
Sin embargo ahora que ruedo suavemente
medito en que no es para tanto, que puedo hacerlo más duro y superarlo. Lo que
pasa es que no confiaba en mí lo suficiente y eso no puede ser. El próximo día
acometeré un recorrido mayor para comprobarlo. Si voy bien pertrechado
mentalmente lo conseguiré. La vida es una carrera ciclista en la que lo
importante es llegar con dignidad, como
Félix.
Llego a la piscina. Paloma me divisa rápido y viene hacia mí. Está muy guapa y la
quiero. Su sonrisa alegre es como si nos reencontráramos después de una larga
ausencia. Le cuento todo y me acaricia dulcemente un costado. Mis hijos juegan
en el agua ajenos al juego absurdo de su padre. Un amigo de mi hijo Miguel se sorprende al verme de tal
guisa y me pregunta si los guantes son auténticos. Con lo que he pasado y este
chico sólo se fija en los guantes: ¡Qué niños estos!
Marcho a casa. Después de una ducha
reconfortante estiro las piernas en el sofá. Recuerdo lo conseguido y paseo
mentalmente la ruta. Sigo meditando y sonrío al pensar que en el fondo cada
momento vivido tiene su encanto. Quizá el secreto estribe en tener un
huequecito pequeñín en la mente para usar cuando nos haga falta. Como cuando
éramos niños y cualquier cosa nos parecía al alcance de la mano por complicada
que fuera. Otra cosa será recuperar la pierna derecha y los roces del sillín...
Miguel MORENO GONZÁLEZ
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Me gusta ver el ciclismo por la tele. Pero tú me lo has hecho ver aquí con la imaginación.
ResponderEliminarGracias
Ciclista Cadalseño