EL ABISMO DE LA PRIMAVERA
En mi adolescencia los inviernos cadalseños eran duros y heladores. La
verde y delicada locomotora de la
primavera me sacaba de ese túnel largo y oscuro provocándome un alborozo
interior que por entonces no alcanzaba a saborear adecuadamente. Recuerdo en
serenas noches primaverales como mi padre me mostraba el claroscuro del cielo y
la iluminación de las estrellas, las distinguía al primer golpe de vista por
sus formas y su situación allá arriba, jamás por sus nombres, ¡cosas de las
gentes del campo!
Él me enseñó a mirar todo lo que me rodeaba con un entusiasmo
que aún hoy, a veces, recupero emocionado. En Cadalso y rodeado de ingenuidad y primavera por todas partes,
residía todo lo pequeño y entrañable. Únicamente allí habitaban los pájaros,
las plantas, las casas, las personas, los animales e, incluso, las miradas más
hermosas. Todo lo que no moraba allí se me antojaba enorme e inaccesible,
perteneciente a un mundo distante y desconocido que me producía desazón.
En esta mañana incomparablemente cadalseña,
por un resquicio mínimo se cuela un suave y acariciador rayo solar, quiere
despertarme con delicadeza yendo a posarse directo en mi pensamiento. Es el
heraldo de una existencia nueva que recupera estaciones jóvenes, aquellas de
las que percibía sus evoluciones con intensidad en el campo y con satisfacción
indescifrable en la mente.
Ahora, cuando los años le hacen a uno más reflexivo
y observador, reconozco que los cambios estacionales influyen en mí
agradablemente. Me hacen disfrutar de aquellos otros momentos bellos que la
pujanza juvenil de entonces ocultaba y que revivo envolviéndolos con el grato
paladeo de los actuales. Esas duplicadas y encantadoras metamorfosis las siento
íntimamente y me traen olores, paisajes, sonidos y experiencias que se renuevan
y mezclan con los recuerdos de mis épocas más inolvidables.
Todo un mundo de sensaciones placenteras se citan conmigo y me convocan a mi cosmos personal. Es una savia nueva que se genera y como tal existencia que comienza sólo trae alegrías que saboreo con renovada fruición. También mi vida comienza otra vez: hago planes, perfilo ilusiones, desempolvo esperanzas y me lanzo al contacto confiado de ese mundo que en muchas ocasiones creo que existe y que en otras me parece que es una configuración mental.
Todo un mundo de sensaciones placenteras se citan conmigo y me convocan a mi cosmos personal. Es una savia nueva que se genera y como tal existencia que comienza sólo trae alegrías que saboreo con renovada fruición. También mi vida comienza otra vez: hago planes, perfilo ilusiones, desempolvo esperanzas y me lanzo al contacto confiado de ese mundo que en muchas ocasiones creo que existe y que en otras me parece que es una configuración mental.
Creo que
merece la pena intentarlo de nuevo porque lo extraordinario reside precisamente
en ese intento. Es un juego de amor y soledad que practico sobre ese puente
suspendido que separa los extremos de un abismo; a un lado está la felicidad al
otro la melancolía. Es la vida desnuda de cualquiera de nosotros con precipicio
y todo...
Miguel MORENO GONZÁLEZ
Un sentido y precioso homenaje al renacimiento de la primavera. UN abrazo, maestro.
ResponderEliminarLuis Carlos
"En esta mañana incomparablemente cadalseña, por un resquicio mínimo se cuela un suave y acariciador rayo solar, quiere despertarme con delicadeza yendo a posarse directo en mi pensamiento". Todo el escrito está bien, pero ésto es la caña.
ResponderEliminarJosé C.
No importa que pasen inclementemente los años, es una llegada siempre cargada de ilusión (quizás solamente de eso.. tampoco de esto estoy seguro..).
ResponderEliminarComo siempre crítico y acertado, sin olvidar la ternura. Gracias por tus puntualizaciones que nos hacen estar vivos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Luis A.
En cualquier caso tu escrito es espléndido, como siempre, y lleno de ternura. Besos.
ResponderEliminarChusa