jueves, 14 de febrero de 2013

Cartas al blog...

LA PESADILLA DE LA SOLEDAD EN EL DÍA DE LOS ENAMORADOS...




Aquella mañana se levantó cansado y triste a pesar de que, en contra de su costumbre, esa noche durmió bien. La soledad y los años empezaban a pesarle. Mecánicamente tomó una ducha, después calentó el café y se vistió con lo primero que encontró, pensó que no iría bien conjuntado pero no le importó en exceso. Desde que se marchó su compañera que corregía e incluso le ofrecía la vestimenta, cayó en una especie de indolencia que se extendía a muchas de sus cosas. Además: ?Dicen que lo importante de la persona es su interior. Pues que intenten descubrirlo en mí?. Así reflexionaba mientras sorbía el café con muy poquita leche ?se le olvidó comprarla la ultima tarde- 


y miraba por la ventana observando el aspecto climatológico ?lluvioso y con neblina- de la perezosa mañana.

      Cogió el autobús y llamó su atención la mirada noble y risueña del conductor, agradeció que en la selva urbana aún hubiera espacio para expresiones cariñosas. Tomó asiento en la fila izquierda y contempló tras el cristal la sucesión de figuras sobre la calle. Quizá fuese esa la señal para intentar tejer en su mente una explicación a la pesadilla de aquella noche: Había estado en las grutas laberínticas de un hormiguero, fué arrastrado a la fuerza por millones de hormigas y acusado de haber dado muerte a pisotones a varias de ellas. Compareció ante un tribunal sumarísimo que le condenó a morir devorado en castigo a su execrable comportamiento. 

 Estaba dominado por un miedo tan terrible que provocaba en él un comportamiento que no reconocía como propio. Estaba demudado y fuera de sí, sudaba profusamente y no atinaba a articular palabra que sirviera a su defensa. La muerte estaba cerca y todavía tenía cosas que realizar en este mundo. Se arrepintió de no haber vivido con mayor intensidad su vida. Pero ya era tarde para rectificar...

?...Aquella casa de madera en la montaña... los maderos ardiendo sonrientes bajo la chimenea... el pequeño resquicio luminoso de la luna colándose por la ventana... el viento susurrando a la noche... el rítmico sonido de la lluvia sobre el tejado... los ojos de su compañera... su sonrisa emocionada... la mirada amorosa que sostuvieron... las conversaciones sobre miles de cosas... la caricia que le hizo en el pelo... aquél beso sobre sus labios suaves que parecían de seda... su hablar cautivador... la estela de su perfume... su manera de inclinarse cuando salieron sonrientes a por leños... los misteriosos ruidos del valle... esa gozosa sensación de saberse querido... la soledad compartida... los lentos paseos entre los pinos... los brindis con sus dedos entrelazados... la esperanzadora y radiante mañana... aquella felicidad espontánea que sentía al encontrar a alguien con quien compartir su parte escondida, esa que uno sólo muestra en ocasiones muy especiales...?

      Llegó al trabajo y saludó sin mucha convicción. Según se dirigía a su lugar se dio cuenta con tristeza que todos los días perdía una batalla, la batalla de hacerse comprender. Es difícil ?masculló-, muy difícil. No más que para los demás, sentenció melancólico. En realidad para él lo más doloroso era percibir que los sueños más bonitos siempre los desvirtuaba la realidad. Al poco se consoló pensando que, por el contrario, con los negativos siempre recibía gran alivio al despertar...

                                              
                                        Miguel MORENO GONZÁLEZ 

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