"A Baltasar Villarín Conde, que tanta vida y pasión ha puesto siempre en
mantener viva esa maravillosa utopía llamada "Radio Cadalso. Él hace
posible que sus ondas "clásicas" le lleguen a los cadalseños en forma de
emociones inolvidables".
* * * * * * * * * * *
LA
RADIO Y LA FELICIDAD
Yo salía
de la escuela a las cinco de la tarde y presuroso iba a casa de mi abuela, Las Casetas, a merendar pan con dos onzas de chocolate (primero fue el toledano Dulcinea más tarde el guipuzcoano Elgorriaga), al
llegar encontraba a mis tías Martina y Feli cosiendo
reunidas en torno a la lumbre –Francis bordaba en bastidor- y
escuchando radionovelas interpretadas por las voces de Matilde
Vilariño, Guillermo Sautier Casaseca, Juana Ginzo... Mientras preparaba mi merienda y pegaba en el álbum el cromo que
venía en la media libra de chocolate, ellas me animaban a que me quedase oyendo
aquellos seriales de amores difíciles que se desarrollaban en ambientes casi
siempre hostiles a los enamorados, a veces al oír aquellos lamentos
desgarradores me quedaba hasta ver qué pasaba, pero siempre cortaban en lo más
interesante y te obligaban a seguir en la escucha todos los días. Eso ya no me
gustaba tanto y me marchaba
a la calle mientras mis tías enlazaban con otras novelas que les entretenían las largas tardes invernales y llenaban sus mentes con historias enamoradas a las que ellas no eran ajenas.
a la calle mientras mis tías enlazaban con otras novelas que les entretenían las largas tardes invernales y llenaban sus mentes con historias enamoradas a las que ellas no eran ajenas.
Os digo que yo supe de la vida y los sueños
por la radio. Así de simple y sencillo. En la radio me dijeron cuáles eran las
maravillas del mundo y yo iba a visitarlas (El Escorial era la octava, Las Pirámides de Egipto la
séptima, en cambio El Valle de los Caídos estaba pendiente de clasificación), supe de los edificios más altos
del mundo (al Empire State Building de Nueva York subí en
muchas ocasiones hasta que en cine vi a King Kong encaramarse a lo más alto de la torre y mientras con una mano se
balanceaba de la antena del edificio con la otra derribaba aeroplanos a
manotazo limpio, en ese preciso instante decidí que, por si acaso, yo no
subiría más allí. Además coincidió que observé atónito días después en el cine Condestable, la desbordante expresión de ternura de Frankestein ofreciéndole a una niña una flor que ésta, instantes antes, había
arrojado suavemente al río, fue entonces cuando me dije que no era necesario
subir tan alto para tener emociones fuertes y que yo necesitaba una persona
como él para que vigilase mi cabaña las noches invernales). Comprenderéis ahora
por qué en la radio de entonces todo lo que pasaba era lo más grande, lo más
importante, lo más hermoso, incluso lo más feo del mundo. Así se las gastaban
antaño en la radio y es que todo es grande en los sueños.
Los sábados, a eso de las tres de la tarde,
mi abuela me convencía para que oyera con ella “Aquellos tiempos del Cuplé” en Radio Intercontinental, de paso evitaba que saliera tan
pronto y me pegaran cintazos jugando a la taba,
no sé cómo pero yo siempre perdía a ese juego, nunca me tocaba ser “el rey” o “el verdugo”; a las primeras de cambio ya pasaba a engrosar la lista de las víctimas, de los perdedores que se dice ahora. Para perdedores Juan XXIII, que según contaban las ondas era un buen papa que siempre estaba con los débiles y publicó La II Encíclica que suponía un gran avance en las retrógradas y conservadoras convicciones de la Iglesia (esto último no lo decían las emisoras), también tenía, como Frankestein, semblante bondadoso, aquél no debía ser mal tipo. Para víctima Kennedy, al que se cargaron en Dallas -nunca visité esta ciudad- en presencia de su bella mujer ; las radios no nos dejaron en paz durante varios días con aquella noticia pero, por contra, unos pocos años después no dijeron “ni pío” cuando se cargaron al “Che” Guevara en la selva boliviana (lo que motivó que a ese lugar viajara yo muy tarde). Aquello no lo entendí muy bien: ¿por qué se prestaba tanta atención a alguien que ni siquiera hablaba como los de Cadalso y en cambio no se daba ninguna importancia a quien sí hablaba como nosotros? Enigma infantil que ni siquiera pude dilucidar cuando viajé a París en el 68, con su artístico barrio latino aún oliendo a chamusquina y sus bohemios habitantes perplejos echando pestes contra De Gaulle.
no sé cómo pero yo siempre perdía a ese juego, nunca me tocaba ser “el rey” o “el verdugo”; a las primeras de cambio ya pasaba a engrosar la lista de las víctimas, de los perdedores que se dice ahora. Para perdedores Juan XXIII, que según contaban las ondas era un buen papa que siempre estaba con los débiles y publicó La II Encíclica que suponía un gran avance en las retrógradas y conservadoras convicciones de la Iglesia (esto último no lo decían las emisoras), también tenía, como Frankestein, semblante bondadoso, aquél no debía ser mal tipo. Para víctima Kennedy, al que se cargaron en Dallas -nunca visité esta ciudad- en presencia de su bella mujer ; las radios no nos dejaron en paz durante varios días con aquella noticia pero, por contra, unos pocos años después no dijeron “ni pío” cuando se cargaron al “Che” Guevara en la selva boliviana (lo que motivó que a ese lugar viajara yo muy tarde). Aquello no lo entendí muy bien: ¿por qué se prestaba tanta atención a alguien que ni siquiera hablaba como los de Cadalso y en cambio no se daba ninguna importancia a quien sí hablaba como nosotros? Enigma infantil que ni siquiera pude dilucidar cuando viajé a París en el 68, con su artístico barrio latino aún oliendo a chamusquina y sus bohemios habitantes perplejos echando pestes contra De Gaulle.
Un verano mis tíos: Vale, Paquita y
Emiliano, que vivían en Argel (mis viajes a este lugar eran especiales), le regalaron a mi padre un
transistor pequeño envuelto en una funda de material. Aquello si fue un gran
acontecimiento para mí. Mi padre lo llevaba consigo al trabajo pero pronto dejó
de hacerlo,
cuando yo le pregunté el motivo me respondió que “le evitaba oír en silencio los sonidos del campo”, aquello sólo lo comprendí años después cuando él nos dejó sus silencios sonoros. Bien, pues entonces yo aprovechaba las noches para cogerlo de la repisa de la chimenea y oírlo bajo las mantas totalmente tapado dejando un huequecito para respirar, mis amigos decían que era recomendable para evitar no sé qué tipo de asfixias. Fué una maravilla e hizo que me olvidara de aquel viento que provocaba mis miedos nocturnos y sacudía inmisericorde mi nevada cabaña de madera allá en la montaña. Ya no tuve que pedir permiso más a mi padre las noches de domingo a eso de las 11h., para que me dejara oír desde la cama y en la radio grande el programa taurino de Manuel Lozano Sevilla. En una hora recorría todas las plazas de toros deteniéndome especialmente en sus laberínticos corrales donde pasaba unos minutos cambiando de chiqueros a toros hermosos y astifinos.
cuando yo le pregunté el motivo me respondió que “le evitaba oír en silencio los sonidos del campo”, aquello sólo lo comprendí años después cuando él nos dejó sus silencios sonoros. Bien, pues entonces yo aprovechaba las noches para cogerlo de la repisa de la chimenea y oírlo bajo las mantas totalmente tapado dejando un huequecito para respirar, mis amigos decían que era recomendable para evitar no sé qué tipo de asfixias. Fué una maravilla e hizo que me olvidara de aquel viento que provocaba mis miedos nocturnos y sacudía inmisericorde mi nevada cabaña de madera allá en la montaña. Ya no tuve que pedir permiso más a mi padre las noches de domingo a eso de las 11h., para que me dejara oír desde la cama y en la radio grande el programa taurino de Manuel Lozano Sevilla. En una hora recorría todas las plazas de toros deteniéndome especialmente en sus laberínticos corrales donde pasaba unos minutos cambiando de chiqueros a toros hermosos y astifinos.
Bobby Deglané, Frank Johan, J. L. Pécker, J.
L. Uribarri y compañía distraían desde Radio Madrid nuestros fines de semana con programas como “Caravana fin de semana” o
“Reina por un día”. Pero las tardes de domingo -¡ah, amigo!-, esas
eran de Vicente Marco y su “Carrusel Deportivo”. Muy pegadito al oído escuchaba y vivía los goles del Real Madrid al tiempo que observaba evolucionar por el campo de fútbol de La Cooperativa a uno de los equipos más técnicos, elegantes y artistas que nunca haya
tenido Cadalso,
para mí sólo comparable al Madrid de las cinco Copas de Europa: “Katanga”, “Mingorría”, “Tito”, Pepito “Cañardo”, Julián “Kubala”, Antonio “Veneno”, “Culelo”, “Chori”, Joaqui “Quitín”, Jesu, Miguel, “Canillo”, Miguel “Chapuza”, Ricardo, Antonio “Tirillas”, los hermanos “Chatos”, Raulete, Marcelo, “Polvorilla”, Tomás “Sietepechos”, Quique “Bonanza”... y con ellos y alrededor de ellos Antonio, “El Practicante”, el árbitro más rápido y astuto del lugar. ¡¡¡Uff!!!, cómo jugaban aquellos futbolistas, qué delicadeza, qué caricias al balón, qué armonía, qué pases medidos, qué remates... Era una obra de arte viviente que cada domingo se representaba deleitándonos a todos, vestidos ellos a rayas moradas y blancas (el portero de verde con raya quebrada roja) y nosotros con el jersey de los domingos y los zapatos llenos de polvo.
¿Qué os puedo decir de aquella gente ahora cuando ha caído tanto tiempo sobre nuestras vidas? Sólo que en 1966 ganamos la Copa de Europa en compañía de Matías Prats y con nombres cadalseños, ¡ah! y.. en blanco y negro (como son mis sueños más bonitos). Serena y Amancio sembraron nuestra existencia y nuestro corazón de alegría y no nos cobraron nada. Esa noche, bajo las estrellas centelleantes de un pueblo desconocido, enseñé a mi hermano Nati con 6 años a revolotear la bandera del Madrid y le enseñé la alineación de aquel memorable día: Araquistaín (Betancort); Calpe, De Felipe, Sanchis; Pirri, Zoco; Serena (Miguel Pérez), Amancio, Grosso, Velazquez y Gento. No paré de viajar aquella madrugada de aquí para allá y por eso a la mañana siguiente no me enteré de nada en la escuela, sentía dentro del pecho algo muy placentero, debió ser la felicidad. Los niños vivíamos instalados permanentemente en la felicidad. Los adultos es otro cantar, ¡dónde va a parar!, los adultos ponen nombres a las cosas y dicen que eso es felicidad. Es mentira. No los creáis, se engañan ellos solos, desconocen que para ser auténticamente felices hay que sentir y mirar con la ingenuidad de los niños.
para mí sólo comparable al Madrid de las cinco Copas de Europa: “Katanga”, “Mingorría”, “Tito”, Pepito “Cañardo”, Julián “Kubala”, Antonio “Veneno”, “Culelo”, “Chori”, Joaqui “Quitín”, Jesu, Miguel, “Canillo”, Miguel “Chapuza”, Ricardo, Antonio “Tirillas”, los hermanos “Chatos”, Raulete, Marcelo, “Polvorilla”, Tomás “Sietepechos”, Quique “Bonanza”... y con ellos y alrededor de ellos Antonio, “El Practicante”, el árbitro más rápido y astuto del lugar. ¡¡¡Uff!!!, cómo jugaban aquellos futbolistas, qué delicadeza, qué caricias al balón, qué armonía, qué pases medidos, qué remates... Era una obra de arte viviente que cada domingo se representaba deleitándonos a todos, vestidos ellos a rayas moradas y blancas (el portero de verde con raya quebrada roja) y nosotros con el jersey de los domingos y los zapatos llenos de polvo.
¿Qué os puedo decir de aquella gente ahora cuando ha caído tanto tiempo sobre nuestras vidas? Sólo que en 1966 ganamos la Copa de Europa en compañía de Matías Prats y con nombres cadalseños, ¡ah! y.. en blanco y negro (como son mis sueños más bonitos). Serena y Amancio sembraron nuestra existencia y nuestro corazón de alegría y no nos cobraron nada. Esa noche, bajo las estrellas centelleantes de un pueblo desconocido, enseñé a mi hermano Nati con 6 años a revolotear la bandera del Madrid y le enseñé la alineación de aquel memorable día: Araquistaín (Betancort); Calpe, De Felipe, Sanchis; Pirri, Zoco; Serena (Miguel Pérez), Amancio, Grosso, Velazquez y Gento. No paré de viajar aquella madrugada de aquí para allá y por eso a la mañana siguiente no me enteré de nada en la escuela, sentía dentro del pecho algo muy placentero, debió ser la felicidad. Los niños vivíamos instalados permanentemente en la felicidad. Los adultos es otro cantar, ¡dónde va a parar!, los adultos ponen nombres a las cosas y dicen que eso es felicidad. Es mentira. No los creáis, se engañan ellos solos, desconocen que para ser auténticamente felices hay que sentir y mirar con la ingenuidad de los niños.
Mi abuelo me
llevaba los veranos con él a desñetar las viñas y regar los huertos. Comiendo
tortilla de patatas debajo de los chopos y junto al fresco de Tórtolas, oía las últimas noticias deportivas en Radio España a Pedro Escartín y Rafael Barbosa. Luego con un bochorno insoportable, con el transistor atado a la
trabilla del pantalón, rodeado de sarmientos verdes, tiernos y largos,
adornados con hojas de diseño, que dirían ahora, y junto a plantas de judías
verdes que parecían trepar al infinito, escuchaba a las 5:00h. de la tarde en Radio Peninsular (“La más musical”), “Peticiones del
Oyente”, las canciones del verano de Julio Iglesias,
Patxi Andión, Miguel Ríos, Módulos, Los Bravos… me
acabaron brotando cada Junio del tronco más tierno de
las cepas y de algún lugar de mi corazón, además era el único momento en que
conseguía bailar en la discoteca de “Cañardo” con las
chicas a las que quería platónicamente. En cambio el mes de Julio era otra
cosa. En Julio, Bahamontes y
compañía surgían como espíritus exhaustos de entre la niebla y como artistas
del pedal de entre las notas de la polka “Tritsch Tratsch” de Strauss, proyectándose hacia la cima del Tourmalet francés, justo allí yo les esperaba para obsequiarles con una
palmadita de ánimo en el costado mientras intentaba descifrar si las gotas
sobre sus rostros desencajados eran producto del sudor o las lágrimas. Bichos
raros estos ciclistas...
Los jueves a las nueve de la noche viajaba
poco o nada, no hacía falta. Arropado con las faldillas de la mesa camilla para
aprovechar mejor el calor del brasero, intentaba ayudar a Periquín a sobrellevar las palizas que le propinaba Perico salvando éste el obstáculo de Matilde. Al final cobraba de lo lindo a pesar de las recomendaciones de tomar Cola-Cao. Acabábamos los jueves con un brindis a la solidaridad que se
derramaba perezoso hasta la madrugada de los viernes. Nos concentrábamos oyendo
un pasaje de la “Sinfonía del Nuevo Mundo” de Dvorak, y, a
continuación, la voz de Alberto Oliveras nos
recordaba que nosotros, o lo que es lo mismo: “Ustedes... son formidables”. Aquello nos ponía un nudo en la garganta cuando ya el día se nos iba
melancólico y sin remisión por el sumidero de la vida, gracias a ese programa
nos dormíamos con la conciencia un poquito más tranquila, sin exageraciones,
sin llamar mucho la atención, como eran los tiempos de entonces...
Diariamente, a las 2 y media de la tarde y a las 10 de la noche, todas
las emisoras sintonizaban con el “Diario hablado de Radio Nacional de España”, o “El parte” como lo llamaban los mayores, las voces eran
bonitas pero de tal gravedad que a los más pequeños nos impresionaban un tanto.
En ocasiones hablaban algo de los mineros asturianos: “Traigo la
camisa roja, laira la lará, es de sangre de un compañero, mira, mira Maruxiña,
mira, mira como vengo.” Me la cantó un amigo asturiano
noctívago en un garito de Barcelona. Rápido, en silencio y
mezclado con humo y “cubatas”, lo relacioné con aquellas taimadas noticias del “Parte” de mi niñez. Ahora bien, si
querías la versión opuesta a las noticias oficiales de Radio Nacional
de España, no había más que localizar en la O.C.,
con ímprobos y secretos esfuerzos, Radio España Independiente, emisora vinculada al P.C.E. que emitía desde París y en la que Carrillo y “Pasionaria”
llamaban a la rebelión o la sedición, que no recuerdo bien.
El tiempo no pasa, somos nosotros los que
pasamos por el tiempo que nos combate y nos vence al fin. No obstante, el “Vuelo 605” de Ángel Álvarez me pilla cada noche embarcando en algún avión con destino a un tiempo
conocido, me hace dudar y pienso que todo sigue como era antes, hace 100 o más
años; que su voz cautivadora y enamorada, es exactamente la misma de siempre,
que jamás pasará, que seguirá por los siglos de los siglos presentándonos
canciones románticas inmortales... La tele, ese aparato infame que impide soñar
-ya sabéis- le sacó un día. ¡Qué insensibilidad! ¡Ponerle imagen a la voz de un
sueño! Evito deciros que no me creí nada de aquello y cabreado la apagué. ¡A
quién se le ocurre..!
Parece como si los mayores quisieran
destrozarnos los pocos sueños que nos van quedando mostrándonos caras
envejecidas. No saben, y a este paso creo que nunca lo sabrán, que los sueños
son bálsamos inmortales como la belleza de sus recuerdos…
Miguel MORENO
GONZÁLEZ
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Hola a todos los visitantes al blog de Carlos
ResponderEliminarSolamente dejar una nota de agradecimiento a MIGUEL , por su articulo en el que menciona al equipo de fútbol de Cadalso y a todos sus integrantes entre los que sen encuentra mi tio QUIQUE " BONANZA " . ya desgraciadamente desaparecido hace 12 años
un saludo y muchas gracias
tony
Pues mira a ver si esta ahora en la foto ....
Eliminarun saludo
Todo era bonito entonces. Por eso ahora lo recordamos con tanto cariño.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Miguel, por tus bellas palabras y por la dedicatoria, un lujo para mi.
ResponderEliminarEl Post, una maravilla, preside, como sabrás, el pasillo d acceso al Tatami, en donde se ubica Radio Cadalso, ahora, desgraciadamente, muda por causas ajenas a mi voluntad, era imposible seguir con esa precariedad de medios, insuficientes para garantizar un programa sin sobresaltos y con un mínimo de calidad técnica. Ojalá, en un futuro no muy lejano, con todo resuelto, podamos seguir disfrutando de esa magia que tiene, como reflejas magistralmente, la radio.
Un abrazo. Balta
Bueno Balta.. esperemos se solucionen pronto esos problemas de la emisora y te escuchemos en Radio Cadalso cuanto antes...
ResponderEliminarun abrazo.
Carlos A.
"Magistral como de costumbre.Los que hemos vivido el protagonismo de la radio en los hogares, al leerte rememoramos aquellas tardes ya lejanas con las voces familiares de tantos profesionales de las ondas llenando el espacio doméstico. Como tan bien expresas en tu ?escritito? los niños jugábamos, las mujeres se dedicaban a sus labores de costura, los hombres a sus faenas cotidianas bajo el sonido omnipresente de la radio. A diferencia de los tiempos actuales en los que la televisión mantiene a toda la familia ?pasmada? ante la pantalla, la radio permitía realizar cualquier tarea mientras disfrutabas de la música, seriales, noticias, etc.Un abrazo, Miguel.
ResponderEliminarLuis Carlos Ruiz Trijueque."
Sencillamente precioso, por unos momentos haces retroceder en el tiempo puesto que nada me es ajeno, que bonito y que facilidad para describirlo, gracias Miguel,
ResponderEliminarY a tí Balta, enhorabuena por tu buen hacer como siempre, un fuerte abrazo a los dos.
Montse
Gracias, Carlos, por tus buenos deseos y por el apoyo que siempre me has dado desde tu Blog. Ojalá que, como bien dices, algún dís, de nuevo, Radio Cadalso vuelva a sonar.
ResponderEliminarUn abrazo. Balta
Gracias a ti Balta , por deleitarnos con tu música selecta y dedicarnos tu tiempo...
ResponderEliminarUn abrazo
Hola: He descubierto esta página hoy y parecía que era yo la que contaba lo de la merienda de pan con chocolate mientras escuchaba la radionovela, doy las gracias por los recuerdos que me ha traído a la memoria. Aprovechando que esto lo lea alguien sesentona como yo, quisiera preguntar si alguien sabría decirme el título de una radionovela de los años sesenta que tenía como protagonistas al príncipe Alexis,Cristina y Nora "la rueca", os estaría eternamente agradecida. Un saludo
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