ETAPA CICLISTA INFANTIL
Me parece que los niños de mi generación
vivíamos más en la tierra y por ello admirábamos a los ciclistas, esos hombres
bajitos y con el rostro muy trabajado por los vientos de frente. Actualmente
los niños exigen héroes voladores y ya no se emocionan con las hazañas en
cuesta de unos seres con piernas torcidas y que mean desde la
bicicleta. Los infantes de ahora necesitan experiencias más
fuertes que aquellas que les puedan ofrecer unos hombres que usan las piernas
como motor y el pecho como desafío a lo imprevisto.
En mi infancia, los ciclistas, llamados gigantes de la ruta, aunque casi todos
eran bajitos y con permanentes lágrimas en los ojos por culpa del aire y la
falta de gafas -que antes no había gafas deportivas-, eran auténticos ídolos.
Estoy hablando de Anquetíl, Poulidor, Gimondi, Van Looy, Merchx, Ocaña, Gomez
del Moral, Gandarias, Janssen, Simpson, Zootemelk, Thevenent y José Manuel
Fuente, mi ídolo personal. En fin, auténticos campeones.
Los finales de etapa los veía por la tele,
ya de vacaciones recién estrenadas, tumbado en el suelo sobre una manta para
aprovechar mejor el fresco de las baldosas y con olor a ese "Fli-Fli"
que aniquilaba sin compasión a las moscas, particularmente pesadas en aquella época del año, y con la persiana bajada, porque
la abuela decía que así se veía mejor la televisión, aunque a los cinco minutos
ella estaba dormitando.
Las gestas de los grandes ciclistas en las
calurosas tardes de verano nutrieron mis fantasías infantiles. Soñaba con ser
protagonista en solitario de una gran escapada y llegar destacado a meta
después de subir varios puertos durísimos. Al anochecer lo que quedaba de aquel
sueño lo derramaba junto al agua de una cantimplora sobre el asfalto dibujando
los nombres de mis ciclistas favoritos. ¿Imaginan algo así los chicos de ahora?
Los ciclistas, aunque no sean como los
míos, excepción hecha de Perico Delgado, son para mí los restos del naufragio
de mi infancia con sabor a chocolate Dulcinea y sueños de héroe.
Quizá monto ahora en bicicleta para ir al encuentro de los restos de aquellos sueños. Y es que no sólo la fuerza física mueve la bicicleta, también, como en la vida, la fuerza de los sentimientos, que se me antoja se enseñorean fundamentalmente de los que no llegan
a meta o lo hacen fuera de control.
Quizá monto ahora en bicicleta para ir al encuentro de los restos de aquellos sueños. Y es que no sólo la fuerza física mueve la bicicleta, también, como en la vida, la fuerza de los sentimientos, que se me antoja se enseñorean fundamentalmente de los que no llegan
a meta o lo hacen fuera de control.
Miguel
MORENO GONZÁLEZ
(Dedicado a todos los
participantes en la Ruta del Vino y en el Premio del Granito)
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Qué recuerdos me despierta tu "escritito", Miguel, con esos nombres que nos hacían imaginar, soñar. Más de una vez, en la carretera que desde Rozas lleva hasta el Hoyo, me sentí Eddy Merckx, nada menos, mi ídolo de siempre, mi héroe. Para nosotros, los de la Plaza, Julio, Tour y televisión tienen unas connotaciones, unos sitios y unas personas concretas, a saber: carreras ciclistas con chapas en el Venero o en la Plazoleta, la casa de mi amigo Laureano, la paciencia la tía Laura, su madre, soportando, a la hora de la siesta, nuestra presencia y nuestros apasionados comentarios. Fueron tiempos muy bonitos, inolvidables, felices, que tu precioso relato me ha hecho evocar. Gracias, Miguel.
ResponderEliminarUn abrazo. Balta