Hoy es un buen día para recordar este escrito de Miguel que publico en el blog de Toni Montón en diciembre del 2009.
Nochevieja en colores....
No sé si las fotos en color, como por otra parte pasa
con las de blanco y negro, acaban quedándose sepias con el tiempo, como
si siempre se hubieran hecho en las tardes amarillas del otoño. Ésta fue
tomada en la nochevieja de… ¿qué año? Conserva los colores nítidos,
sería que la realidad comenzaba a tener color para mi familia a partir
de aquella nochevieja estrellada con las bardas de las tapias
escarchadas, la niebla ocultando Cadalso y la lumbre de la cercana
chimenea calentando nuestras espaldas e ilusiones. Estamos en casa de mi
tía Vale en El Piquillo y nos la hizo Emiliano después de las uvas y de
espaldas a la puerta, con todas las luces encendidas y apoyando la
cámara sobre un trípode, aparato este que nos parecía no estar al
alcance de cualquiera. Cuando salió de las entrañas de la cámara una
especie de rayo blanco luminoso, Emiliano nos dijo que ya está, que
valía, que ya podíamos volver a nuestros lugares para terminar de apurar
la humilde copa de sidra con la que recibíamos el Año Nuevo. Algo nos
conmovió por dentro y supimos entonces que aquella Nochevieja sería
inmortal para todos nosotros. Que con cada futura nochevieja que llegara
cargada de melancolía volvería a repetirse aquel Fin de Año en nuestros
corazones y pensamientos.
Nuestras enigmáticas miradas están plagadas de profundidad,
parecen presagiar que nos introducirían en un tiempo eterno y que,
aunque pasaran muchos años sobre nuestras existencias o sobre nuestros
olvidos o sobre nuestra definitiva desaparición, ya siempre nos
quedaríamos allí. La vida de los libros y las fotos se congela siempre
en tiempo presente. Pero los humanos para detener el tiempo, antes
tenemos que grabarlo en la mente. Por eso a la vez que se imprimía en la
película esta emotiva imagen navideña, también se iba grabando
lentamente y a carne viva en nuestras mentes. Sin dificultad se adivina
en nuestros ojos que antes de ese fugaz y misterioso instante no
sabíamos lo que fuimos y después no fuimos lo que quisimos. Es hermosa
esta foto, no hay nada feo en aquello que recuerda lo bello de nuestras
vidas y que va a identificarse con lo mejor de nosotros para permanecer
inmóvil en nuestras memorias.
Mi padre está con la cabeza ligeramente inclinada a la
derecha y con un jersey marrón que heredó años después mi hermano Jose
al que sostiene entre sus piernas. Se quedó vivo eternamente en la foto,
que es otra manera de seguir viviendo. Mi madre mira al objetivo con
expresión de satisfacción, como si observara paisajes deslumbrantes que
nunca antes contempló. El hermano chico, José Luis, es el que más ganó
en el lance, se detuvo en la etapa más dichosa del hombre: la infancia.
Su felicidad vuela libre más allá de los límites humanos. A mi hermano
Justo se le ve contento, como si lo esperara todo de aquella noche y de
esta vida. Parece que a mi hermano Nati le pilló la instantánea con la
vista abandonada al recuerdo de vivencias gratas que le enriquecen
interiormente. Y yo, yo espero con esperanza ese futuro que me recibiría
de inmediato nada más abrir la puerta. Y así, sin más, nos quedamos los
seis en la eternidad.
Siempre he tenido la misteriosa sensación que la Nochevieja
convierte el tiempo en magia que atenaza el corazón. La Nochevieja de
esta foto es el único lugar del planeta dónde permanecemos a salvo del
paso del tiempo y de la pena que ello nos ocasiona.
Miguel MORENO GONZÁLEZ
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con este escrito os despido el año
no sin desearos lo mejor para todos...
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