El próximo sábado a las 20,30 hrs. se entregaran los premios y con esto queremos dar un poco de ambiente anticipado...
Así fue el acto del año pasado:
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La noche de Mises Cadalseñas se me acercó a
una barra de La Corredera
una amiga. Me dijo bajito: -¿Por qué no haces un escritito y lo lees el día de la entrega de
los Premios Racimo de Oro? –Aún falta mucho -le respondí-. –Mejor, así tienes más tiempo para pensarlo
tranquilamente –añadió ella-. Luego partió suspendida entre algodones y
sonrisas, diluyéndose en la armonía de este pueblo nuestro tan bohemio, tan
artista y tan noble.
Deseo que el escritito les sirva a los
Premiados como acicate de superación y que jamás se vean en la triste tesitura
por la que atraviesan los protagonistas del mismo. Antes al contrario, los
aficionados cadalseños abrigamos la esperanza de que estos Galardones les
impulsarán a todos en su escalada al Olimpo Taurino.
Bien. Este escrito se lo dedico a quien todos
los años dedica su cariño a los demás. Él es escritor de temple, aficionado de
raza, muñanero de casta y cadalseño de reata y estirpe ejemplar… Pero,
fundamentalmente, es un amigo leal y un hombre bueno. Mi ofrenda es humilde, no
puede serlo más; pero ante todo es sincera. Como lo es también la afición de su
pueblo reconociendo su desinteresada labor en pos de hacer grande a Cadalso y
al toreo.
Ha sido capaz de escribir un libro
extraordinario sobre nuestra Monumental Metálica Cadalseña que presentó
emocionado el pasado 15 de agosto en este mismo lugar. Este brindis es una
ovación unánime y torera que se proyectará más allá de este momento para que la
guarde para siempre en su corazón.¡Va por ti, Jorge!
(Mi recuerdo
para Robert Ryan, inspirador de este escrito, y para Ángel García del Saz,
ausente hoy y precursor de estos Racimos de Oro. Y para Fabián y todos los de
San Antón)
EL TORERO SIN TOROS
(PREMIOS RACIMO DE ORO 2015)
(PREMIOS RACIMO DE ORO 2015)
Me
llevó a una pieza soleada con dos armarios de madera. -En aquél -me dijo- tengo los
vestidos azabaches, en éste los de oro. Acarició los alamares como Fernando
acaricia sus jilgueros y musitó: -Están
apagándose. Hace mucho que no los visto.
Hay
un terno torero intermedio entre el de oro y el de azabache. Es el que está
adornado con luces pálidas y confusas que se enfunda, como en un trance
desconcertante, el matador que torea poco. El vestido del coletudo sin toros
pierde brillo por el desuso. Es un oro tapado con un paño, un oro oculto, envejecido
por las sombras del abandono. Guardado en un armario se deforma con el tiempo y
pierde apresto. Sin horma, sus hombreras se caen y todo él adquiere un tacto de
recuerdos olvidados. Es por la falta de sol y de angustia, es por la añoranza
de la felicidad de ponérselo.
El matador
sin contratos se considera a sí mismo una figura indiscutible. Pero solo es un
lidiador sin nombre y sin historia, con el rostro desbaratado por esa
melancolía que le hace ausentarse de todas partes avergonzado. Despierta al
alba con las tristes certezas de que se
inicia otra jornada sin corrida, de que el día se irá para no volver. Mas,
cuando toma conciencia del momento, comienza a pensar en una fecha futura, una
fecha cercana rodeada de ilusiones y promesas. Esa fecha es su mejor defensa. –Si tengo suerte el 14 de septiembre puedo
torear. La empresa de Cadalso de los Vidrios anda pendiente de mí. Esa
hipotética corrida es la que empuja de la cama al torero marginado, es la que
puede devolverle todo. Tan sólo tiene que llegar a ella fuerte, no vencido.
El lidiador
sin lidia conoce muy bien los pliegues secretos de los engaños, aquellos donde
velan los duendes del toreo. El espada que torea seguido tiene piernas, aliento
y calma ante el cornúpeta, pero difícilmente da vida a una muleta ante bufidos
imaginarios… tiene demasiado presente el toro. En cambio, el diestro sin toros,
siempre al relente castellano y clareando la alborada, intenta hallarse donde
el burel no existe. Torea de salón rodeado de campo y a veces inicia desanimado
el rito de la búsqueda del animal. Desdobla las telas con movimientos
indolentes que no llegan a toreros: sin convicción, sin pulso, sin temple, sin
dar salida al bicho.
Después,
poco a poco, el maestro se va encontrando. Entre medios lances y mucha alma, el
percal mismo le va centrando meciéndole suave hacia formas clásicas. Su mirada
se fija entonces en astas imaginarias con el señuelo ya más vivo, mientras sus
lances detienen el tiempo y despiertan triunfos adormecidos. El capote se
enrosca con soltura a su toreo admirable, abierto el compás y embraguetado,
hundido el mentón en el pecho. Con la cintura rota acompaña el viaje y su mano
izquierda acaricia la salida del morlaco sintiéndose sobrecogido por la
emoción. -“¡¡¡Soy como El Paula!!!”,
grita a la vida desatenta con él según sale de la media cimbreando el cuerpo,
arrastrando la capa y mirando desafiante al tendido. Ningún torero se aproxima
ni por asomo a la perfección y a la hondura de su quite onírico. Ninguno sufre
como él en soledad el pulso de su tauromaquia. A ninguno le estalla el corazón
inundado de toreo y ternura como al torero sin toros. De su búsqueda incansable
y de su propia derrota toma una fuerza que no alcanza a definir como esperanza.
Entre los
matadores arrinconados no existe la envidia. Su desamparo les exige ensalzar
las cualidades de otros espadas que comparten el olvido. El mejor homenaje al
compañero es embestirle. Crear una pujanza alrededor de su engaño, vaciarse
fingiéndose toro. Doblar el espinazo resoplando y mandando mugidos al espacio.
Humillar entre fatigas desamparadas simulando acometidas ilusionadas. Todo son
sueños: el toro, el toreo, el arte, las ovaciones, la plaza… ¡Todo sueños!
El diestro
que ha hecho de toro deja caer los pitones al suelo. Se yergue mareado de tanto
repetir embestidas sujetando con las manos su columna vertebral. –¡Ten, coge la muleta! -le dice el
matador torero-. El matador que ha hecho de toro toma parsimonioso la muleta y
el estoque sopesándolos. La vida ha endurecido sus manos en el puerto de
Barcelona que, extrañamente, al empuñar los trastos parecen pequeñas y
frágiles. El maestro que ahora hace de toro ha recogido los pitones con la pala
curva de cada asta apoyadas contra las palmas de sus manos. Son suyos, como
suyo, en los brazos estirados, es el cuello del morlaco. Y suyo el instinto del
burel reflejado en su mirada. Y suyo el volumen y el poder de su primera
arrancada.
“¡Toro!” Entre imperativo e invocante llama al
torero que ahora es toro: "¡Jeee, Toro!" Y recomienza el ensayo de
faena que es como una bella inspiración de Juan Cristóbal o Manuel Alcorlo. -¡Qué bien estás toreando! ¡Estás sintiendo
el toreo! Le jalea el compañero y le llega tan dentro que le duele. Y torna
a arrancarse entre derrotes y pezuñas escarbando. –¡Estás toreando mejor que nunca! Y se lo repite cuando se le
consume ésta y tantas otras mañanas. Agotadas todas, rimadas con verónicas y
con penas, medidas con cites que borra el desaliento, mientras siente como el
polvo amargo del fracaso cubre su corazón y ahoga su garganta. -¡Qué bien torea usted, maestro! Y de
nuevo sobresalta con su voz al artista cuando más entregado está a su arte sin
toro. Cuando más conmovido transporta al olvido su hermoso toreo sin futuro. Se
lo dice ahora, cuando ya empiezan a deslizarse mansamente por sus mejillas las
lágrimas de su última emoción torera. Esa emoción que deja sin dueño y
huérfanos a sus sueños de gloria…
Él sólo
anhelaba lidiar toros de Sánchez Urbina, torear como Jesús E. Colombo, matar
como Diego Carretero y llevar la mejor cuadrilla con Rafael Figuerola y Raúl
Cervantes. Porque con el capote… ¡Con el capote él era Rafael de Paula!
Miguel MORENO GONZÁLEZ
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Es cierto que en el toreo hay sangre, pero también hay belleza y arte como bien se describe aquí.
ResponderEliminarImparcial
¡Formidable, Maestro! Qué bien has sabido penetrar en el alma de cualquiera de los muchos toreros que un día lo fueron, por un instante, y después han vivido de la gloria de una tarde que se ha ido desdibujando en la memoria hasta llegar a dudar de que alguna vez existiera.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Luis Carlos
PRECIOSO.
ResponderEliminarChusa
Como siempre, Miguel: emocionado y emocionante, profundo y humano, sentido y con sentimiento, arte, magia, pureza, emoción. Grande, Maestro!!!. Un abrazo.
ResponderEliminarBalta