martes, 3 de octubre de 2017

un relato de otoño con arte...

Séptimo mar de otoño (para El Bosco)

Autor: Nolde 1910

“Lo que vemos es el cuadro traducido a nuestra propia experiencia. Como sugería Bacon, por desgracia (o por suerte) sólo podemos ver aquello que bajo alguna forma o de algún modo ya hemos visto. Sólo podemos ver aquello para lo cual contamos ya con imágenes identificables, del mismo modo que sólo podemos leer un idioma cuya sintaxis, gramática y palabras ya sabemos”...

     Partamos de un acuerdo: un cuadro no se puede explicar con palabras. O dicho de otra forma, cuando una imagen se verbaliza ya no es el cuadro, sino otra cosa: la explicación del cuadro. Como una película basada en un libro no es el libro. Dicho esto, cuando miro el cuadro Autumn Sea VII de Emil Nolde me emociono. Veo en él toda mi esencia, mi infancia. Los colores de las Minas de RioTinto. Una parte esencial de mi alma. Si ustedes viajan a aquella tierra verán este cuadro repetido infinitamente, en cada metro cuadrado de suelo trabajado. Allí están los colores esenciales de la Tierra y del Mundo. Están todas las pinturas, desde Altamira al mismo Nolde. Hace muchísimo tiempo escribí esto sobre lo que es RioTinto: “Sólo Historia, colores y luz. Como una tabloza emborronada por los siglos, donde es imposible considerar manchas semejantes en días seguidos, donde todos los pintores del mundo han esparcido sus pinturas y mojado sus pinceles siempre”. 


     Pero yo sé que Nolde no pintó RioTInto. Aunque es verdad , esta circunstancia, sin embargo, no le resta el más mínimo valor a mi sentimiento. Un amigo desconocido vio aquí verano, pasto seco y chicharras. Nolde vio un mar de otoño. Es igual. Ni yo, ni mi amigo desconocido, hemos estado nunca en las costas del mar Báltico durante un amanecer o una puesta de sol. Como Nolde no estuvo jamás en RioTinto, ni en los campos de Gerena durante el mes de julio. Él pintó innumerables veces aquel mar. Y este día de otoño de 1910 observó como las frías aguas y las sempiternas nubes se transformaron con la puesta de sol. Los tonos dorados solares y los rojos de su despedida diaria no sólo mancharon las nubes, sino también las brumosas aguas bálticas, donde reflejaron esa fuerza arrebatada y ese poderío romántico que traduce el cuadro. La magnificencia de la Naturaleza que no necesita nada más para serlo todo. Capaz de convertir el frío septentrional en un cálido y emocionante abrazo, con la mediación de Nolde, de sus colores y de sus pinceles. 
     Por lo que conozco de este pintor nunca volvió a plasmar así el Mar Báltico. Pero ese día lo miró y vio este abrumador cuadro. Lo exacto sería decir que lo sintió. No quería dibujar el mar. Podía hacerlo porque poseía las cualidades técnicas necesarias para ello. Pero no quiso. Lo que deseaba era expresar sus sentimientos en ese preciso momento. Y en esa expresión de un sentimiento profundo podemos coincidir todos. Creo que ya está demostrado. 
     Ahora quizás deberíamos iniciar una amplia disertación razonando que esto se conoce como expresionismo, hablando de las características de este movimiento, citando cuadros y pintores, otras obras de Nolde, relacionándolo con su vida … Y, posiblemente, todo ello nos haría apreciar mucho más a esta pintura. Pero todo ello no es sino accesorio. Lo esencial está dicho. Tres puntos de partida diferentes pero un sentimiento similar. Esto, amigo Bosco, es entender y amar el arte abstracto.

 MANGUEL, ALBERTO. Leer imágenes.
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