se ha convertido en plaga...
El objetivo no es otro que conocer al «enemigo»: saber
dónde vive y, sobre todo, cómo se le puede hacer frente para controlar
su impresionante expansión. Por este motivo, un grupo de trabajo
—formado por Ayuntamiento de Madrid, Comunidad, Patrimonio Nacional y la
Sociedad Española de Ornitología (SEO)— comenzará a elaborar a finales
de este año un censo en profundidad para cuantificar el número exacto de
cotorras que sobrevuelan los cielos madrileños y, de alguna manera,
intentar frenar los «destrozos» que provoca entre la flora y fauna
autóctona de la región.
Lo dice muy claro José María Cámara, miembro del
departamento de salud ambiental de Madrid Salud: «La cotorra argentina
necesita ser vigilada». Los primeros estudios datan la presencia de este
ejemplar exótico en Madrid desde 1985. Simpáticas aves de no más de 30
centímetros, cola larga, plumaje verde brillante y azul, pico
amarillento y pecho gris. Su comercio como especie exótica en cautividad
fue todo un éxito. Pero todo cambió desde que a un particular le dio
por soltar una pareja en un campo de golf. Desde entonces, la agradable y
cómica cotorra argentina se ha convertido en una amenaza y una
pesadilla para las personas que conviven cerca de sus colonias. Sus
vocalizaciones, graves y estridentes, ya no hacen tanta gracia.
Todavía no existen cifras fiables sobre el número de
ejemplares que hay en Madrid. Sin embargo, sí se sabe cuáles son sus
zonas preferidas para anidar. En la región abunda en Pozuelo de Alarcón,
Majadahonda, Boadilla del Monte, Arganda del Rey y Chinchón. En la
capital se deja ver con suma facilidad en Aravaca, la Casa de Campo, el
parque del Oeste, la Ciudad Universitaria y el parque ferial Juan Carlos
I.
Se trata de aves que se han adaptado con una asombrosa
facilidad al entorno madrileño. Optan por los climas cálidos y
templados, por eso, cuando llega el invierno en la capital, suele pasar
mucho tiempo encerrada en el nido. Árboles como los pinos, eucaliptos,
cipreses, plataneros y enredaderas son sus favoritos para instalarlos.
Necesita que sean altos y, sobre todo, fuertes, para soportar el peso de
estas construcciones hechas con ramas entrelazadas.
Uno de los grandes problemas que generan estas aves es
que sus «hogares» pueden llegar a tener unas dimensiones considerables,
con el consiguiente peligro que eso puede suponer en caso de
desprendimiento. Se han dado casos de encontrar hasta 70 cámaras —en
cada una de ellas viviría una pareja— en un solo nido. En la capital,
por ejemplo, ya se han visto obligados a desmontar alguno de ellos. Sin
embargo, las cotorras los vuelven a construir enseguida. «Estamos
hablando de aves muy laboriosas», comenta José María Cámara.
Las administraciones, según ha podido saber ABC, no
descartan ninguna medida para frenar la rápida colonización de la
cotorra. Ni siquiera la eliminación anual de un porcentaje de los
ejemplares. La introducción de la cotorra argentina, ya sea accidental o
intencionada, puede llegar a ocasionar la destrucción del entorno, la
pérdida de biodiversidad, daños a la agricultura y el desplazamiento de
especies autóctonas. La suelta ilegal de este «invasor» es una de las
mayores amenazas para las aves de la zona.
La presencia de cotorras afecta negativamente a palomas,
urracas y carracas. La introducción de esta especie en los parajes
naturales se debe al escape o liberación de ejemplares mantenidos en
cautividad. El comercio de cotorras es frecuente en nuestro país, que ha
importado un gran número de ejemplares en los últimos años. La
población cautiva de la especie puede así seguir originando nuevos
núcleos de población en libertad.
Las cotorras argentinas ocupan medios urbanos,
frecuentando parques, jardines y arboledas dentro de las zonas habitadas
y en su periferia. Se trata de un ave altamente sociable que se
caracteriza por su fácil adaptabilidad al entorno.
Odiada entre agricultores
La especie se alimenta de semillas, frutos, flores,
brotes de hojas y larvas de insectos. En zonas rurales también se
alimenta de semillas. Es por eso que tampoco está muy bien vista entre
los agricultores. Por este motivo, las autoridades apelan a la
responsabilidad de los ciudadanos para que no compren estas especies
animales que luego no puedan atender. Si se sueltan, pueden provocar un
grave perjuicio para el entorno. Además, se pide que, en caso de
encontrarlas en estado salvaje, no se les dé de comer. Si no se
alimentan no tienen fuerzas para reproducirse. Éste puede ser el primer
paso para controlarlas.
PD: junto a mi casa , como a unos cien metros dispongo de una colonia con varios nidos que alojan casi un centenar de cotorras que vuelan por Alcorcón en libertad...
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Buenos días Carlos yo que vivo en fuenlabrada y mi casa esta en una zona con jardín es impresionante las que hay una verdadera plaga ya no hay palomas solo loros verdes un abrazo de mamolo
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