viernes, 22 de diciembre de 2017

CARTA NAVIDEÑA...




Cadalso, Diciembre de...



Estimado/a compañero/a:



     Sólo unas letras para recordarte que cuando éramos chavales el último día de clase antes de las vacaciones de Navidad, los chicos nos pedíamos las señas para mandarnos cristmas.
Solíamos recibirlos en las fechas que van de Navidad a Nochevieja y casi siempre coincidía con un día nevado (¡ nevaba tanto en nuestra adolescencia, que no le dábamos la importancia de ahora !); me puedes creer o no que eres muy libre, pero aquel día yo era feliz sin saberlo.


     Quiero decirte que evocando lo anterior ideé lo de este cristma, tuve que rehacerlo un poco ya que estaba escrito de antes; pero bueno, me pareció bonito porque se conjugaban en él dos cosas que me gustan: la Navidad y las cartas. Confieso que hacía muchísimos años que no mandaba una felicitación de este tipo, quería huir de los cumplidos sociales fríos e intrascendentes; con todo serán contadísimas las que envíe por correo, sólo lo haré a unas pocas personas y a aquellas que son especiales para mí como tú lo eres. Reconozco que una parte íntima de mí se siente a gusto en estas Fechas, también le ocurría a mi padre, será que la melancolía toma el relevo a la competición diaria por ser el mejor y yo ahí, ya sabes, me encuentro en mi salsa. Es como si los ataques de realidad melancólica los tuvieran los demás y por unos días se igualaran a los míos. Después los otros irán a lo suyo y yo a lo mío, que si te soy sincero no sé muy bien lo que es (para variar…)


     Respecto a lo de mandar cartas te diré que, como ya sabrás, los grandes adelantos tecnológicos van acabando con esa maravillosa costumbre aunque, afortunadamente, también en eso, estas Fiestas son diferentes y conservan esa tradición postal que tanto me entusiasma. Recibir cartas que me hablaran de lo cotidiano de las personas (el amor, la amistad, la alegría, la pena, el desencanto, la pérdida... ya sabes, esas cosas); siempre me pareció insustituible, ellas quedan como testigos de la vida vivida como queda una música, un libro o el recuerdo de un amor. Las cartas son capaces por sí solas de explicar los más bellos pedazos de nuestra existencia. La última vez que recibí cartas como dios manda fué en Argel, cuando me llegaba alguna de alguien que apreciaba me generaba ilusión para muchos días, me hacía olvidar aquel mundo tan ajeno y me convocaba a otras fantasías, a otros gozos que yo intuía estaban por llegarme. Ahora mismo son las únicas pruebas de que aquello existió en mi vida, que fue real y no algo soñado o imaginado únicamente ellas lo pueden atestiguar. ¿Qué otras pruebas tengo?, nada conservo del lugar, no me apetecía. Y hasta resulta paradójico porque incluso ni ellas fueron escritas allí. Nacían aquí, en mi tierra, en mi vida ausente para reclamarme; sólo la dirección sirve como prueba irrefutable. Guardé las más entrañables, las más elocuentes, las más cariñosas, las más trabajosas, las más desgarradas, las más deseadas, las más insospechadas… Las puse en una pequeña bolsa de tela que se cierra con un cordel, una caricia, una nostalgia y un poco de amor; las tengo en Cadalso (todo lo entrañable lo tengo allí y lo poco que quede de mí en el futuro también deseo descanse junto a ello), están en la habitación pequeña del sótano, en un mueble discreto y humilde barnizado en oscuro. Temo leerlas porque me sumen en la derrota de esta vida. Sus secuaces: el tiempo y los días, acaban venciendo a todo y todos sin siquiera ser generosos con el derrotado. ¿Sabes?, en esos momentos de soledad maldigo en voz alta la injusticia del paso del tiempo entre lágrimas y puños cerrados; roto y descorazonado maldigo todo, como si fuera D. Quijote blandiendo su sable contra los pellejos de vino. Sin embargo, quisiera tener la fuerza suficiente para leer las misivas de mi padre, descubrir los mensajes cifrados y secretos que estoy seguro él mandaba ocultos entre letras y que no supe encontrar y así, de esta forma, resucitaría su mundo que aparecería precario, tierno y radiante en sus cartas: Su vida abriéndose camino. Entonces él tenía la edad que yo tengo ahora -algo que me conmueve-, por eso creo que la complicidad de los años me daría las claves de sus secretos.


     Te pongo al corriente de que tengo tardes que me entran unos deseos irrefrenables de escribir a alguien que sepa interpretar, perdonar y emocionarse con mis cartas. Me convulsiono interiormente y al poco me desengaño: Es una tontería, ¿a quién se las mando? ¿de qué le hablo? y ¿si no me entiende...?  ¡Bah! y lo dejo todo quedando desorientado y perplejo. Pero al no hacerlo literariamente lo compenso haciéndolo mentalmente -son las que mejor me salen-, por las noches y escondido en la cama comienzo a escribirlas imaginariamente y hablo en ellas de todo: de lo que pienso, de lo que perdí, de lo que me ocurrió en esa jornada, de lo que espero, de sensaciones nuevas que exploro, de inquietudes que necesito compartir, de personas o paisajes fascinantes que descubro... ¡Yo que sé!, hay tantas cosas para escribir y contestar (lo de contestar es precioso y hay que tratarlo en tema aparte), que me pasaría las horas muertas sugestionado por su encanto.



     Bueno, disculpa; en realidad me estoy haciendo un lío, la idea era escribir unas líneas testimoniales en esta primera carta que te mando después de casi ocho años que nos conocemos. Por lo demás, da recuerdos a todos los que me conozcan por ahí y vivid este año con un espíritu abierto a lo humano que es lo único que está demostrado poseemos de valor. El resto no dejan de ser conjeturas más o menos razonadas buscando convencernos a nosotros mismos de que no moriremos del todo. Además, proclamo, ¿para qué tantas religiones y dioses si al final de lo que se trata es de amarnos unos a otros y eso, no lo negarás, podemos hacerlo solitos?  Don Quijote siempre tiene razón: "-Sancho, hijo, ellos que son Dioses que se quieran a lo Divino y nosotros como humanos que somos querámonos a lo humano". ¡La leche! Ni que fuera de Cadalso...


     Sin otro particular, quedo ansioso por recibir nuevas tuyas que me pongan al corriente de como va tu vida y la de tus seres más queridos. Recibe, entre tanto, un abrazo de los de verdad.                                        

                                         Tu amigo,


                                 Miguel MORENO GONZÁLEZ

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1 comentario:

  1. Con las cartas también perdimos la ilusión de compartirlas. ¿Volverán algún día?


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