En este artículo que habla del amor a la lumbre dan a conocer lo que son unas trébedes y no son lo que creo que muchos pensamos...
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Al amor de la lumbre...
Trébede sobre la lumbre... |
Ahora
que llegan los fríos, como apetece estar sentado cerca de una buena lumbre,
contemplando como arde la leña o como saltan chispas del fuego.
Esta
lumbre antiguamente estaba situada en el eje del hogar: “la cocina”.
La
cocina era el centro de la casa ya que en ella además de hacerse las comidas,
era el único sitio que se disponía de calor continuo, por eso era el lugar
donde se hacía la vida.
En la
cocina estaba la hornacha o lumbre baja, atizada con leña, sobre la
cual se asentaba la trébede. La
trébede era un espacio o poyata grande, construida sobre la hornacha que
calentaba la cocina y servía para sentarse y hasta tumbarse al calor. También
se denomina trébede a la parrilla de hierro redonda con tres patas que se usa
para poner sobre ella los pucheros y guisar en la boca de la hornacha. Más
tarde vinieron las cocinas económicas
también conocidas como bilbaínas alimentadas
por leña y carbón.
Cocina bilbaina |
Calentador |
Para
calentar las demás estancias de las casas, sobre todo las habitaciones, se
utilizaban utensilios que transportaban el foco calórico a dichos puntos. Por
ejemplo los calentadores de latón, formados
por un recipiente donde se colocaban las brasas de la lumbre y un largo mango
de madera, que eran pasados por las sábanas de la cama.
Destinados
a calentar la habitación o la sala en general estaban los braseros y calderetas.
Pero donde todo relato, real o imaginado o ambas cosas a la vez,
tomaba más visos de misterio era al calor de la lumbre en las largar
tardesnoches de invierno con muchas horas de ocio y pocas diversiones en
las que afloraba toda la historia oral, todas las creencias, todas las
supersticiones, en el pequeño semicírculo del escaso metro cuadrado que
rodeaba a las chimeneas. Los entresijos de las historias con el rubor de
la llama se hacían más enigmáticos, adquirían mayor dramatismo y más
emoción.
Y en la cocina al amor de la lumbre, tenían
lugar las reuniones nocturnas después de la cena. En animada velada con la
familia y los vecinos, se cantaban romances y coplas, se contaban cuentos que
pasaban de padres a hijos y se hacía un repaso de todos los acontecimientos de
la comarca. Mientras en el exterior, el frio y los primeros copos de nieve,
anunciaban un duro invierno...
Hoy, las chimeneas, donde las hay, han quedado relegada a un rincón
de la casa, algunas, incluso, con la lumbre cautiva tras un cristal para
que no resten brillo al televisor, artefacto esencial para la magia del
siglo XXI y cuyo semicírculo de más metros cuadrados, la gente sigue
otras historias, otras leyendas, otros ritos, dicen que más reales, pero
más lejanos y menos constructivos.
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