jueves, 6 de diciembre de 2018

cartas al blog...



SE VA JOSÉ DE LA ARADA HERNÁNDEZ

                Llegó observador, tímido y tranquilo. Recuerdo su mirada noble y melancólica. Se sentó a mi lado silencioso y agachó la vista mirando el móvil. Algo desconocido me dijo de él que íbamos a sintonizar. En ocasiones le contaba sucedidos de este perturbador Ministerio de Exteriores y abría mucho los ojos escuchándome sorprendido. “Ya irás comprobando todo lo que te digo con el paso del tiempo.”  Una mañana pasó Pepe a saludarle y le animó: “Si tienes que arreglar tus cosas dedícate a ello, más adelante iremos viendo.” Estuvimos un rato hablando los tres y eso le agradó. Era verano y el sol invadía el despacho. Bajé el toldo y la luz tamizó de naranja la estancia. Su expresión agradeció el cambio.
            Después dialogamos mucho y comprobamos que el paisanaje castellano nos hermanaba, que la complicidad de los años estrechaba nuestra relación. Hablamos bien por la espalda el uno del otro y nadie osó jamás acercarse por separado a dejarnos caer alguna maledicencia. Los mediodías nos tomábamos un chocolatito y como también tenemos un sentido del humor similar, alegrábamos la espera con metáforas: Comparábamos el esperpento de la actual exEspaña con las historietas disparatadas que se nos ocurrían para satisfacción mutua y la de Sofía, que nos obsequiaba con su fino ingenio y su cercana amistad. Por ella supimos que las sonrisas son valiosas.

           Generamos un compañerismo de apetencia razonable, sin pretensiones disparatadas. Lo evidente no se exagera, se vive con agrado y se disfruta con moderación. Cuando alguien bueno se va, le echo de menos. Todos los compañeros que me encontré al llegar ya se jubilaron. Me quedé aislado y pobre, endeudado conmigo mismo, como dijo el poeta Horacio. Por eso, cuando llegó José de la Arada tuve la sensación, abrigué la esperanza, de que uno de ellos se había arrepentido y regresaba para pagar mi deuda y acompañarme hasta el final. 

            Vuelvo a quedarme solo. Como esa barca que aparece solitaria y varada en la playa. Pasas un día y la ves moviéndose al ritmo que le marcan las olas más pequeñas y mansas. Retornas tiempo después y reparas que sigue allí: encallada en su zozobra, desbaratada por el empuje del desamparo y la emoción. Y entonces imaginas que quizá forme parte de los restos de un gran naufragio, que alguien la olvidó adrede para recordar a la gente como nosotros. Y es que somos los restos emocionados del naufragio de nuestra vida. De todas las vidas nobles hundidas somos sus náufragos.
            Él, a Caracas se va. Yo, en Cadalso me quedo. Y a ambos nos seguirán alimentando esas nostalgias, esos recuerdos que nunca se lleva el tiempo.
                                                                                  

    Miguel MORENO GONZÁLEZ

5 comentarios:

  1. Amigo Miguel, excelente el retrato que haces de José de la Arada. Yo coincidí poco tiempo con él y traté menos aún. Sin duda es un buen tipo a juzgar por los comentarios que de él me has/habéis hecho personas de cuyo criterio me fío. Seguro que tus palabras serán una parte muy importante del equipaje que se lleve a Caracas. Ojalá tenga suerte allá en ultramar (en Caracas la va a necesitar) y no le perdáis la pista los que habéis tenido un trato más estrecho con él.
    Un abrazo.
    Luis Carlos

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  2. ¡Cómo se le va a echar de menos! Qué buen carácter, qué paciencia y que gran apoyo es Jose de la Arada.
    Me encanta lo que le dices. Te vacías en el texto. Es muy valiente. Y eso me encanta de ti.
    Sofía

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  3. Hola Miguel.
    Me parece muy profundo, emotivo y rebosante de amistad.
    Un abrazo.
    Claudio

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  4. Es para mi un gran orgullo poder leer estas despedidas tan bonitas y reales qué escribes a tus compañeros. No dejes nunca de escribir.
    Un abrazo muy fuerte de tu humilde lector y amigo de Valencia.
    Rafa

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  5. Es para impresionar, que el trato diario en un ámbito tan poco propenso a la intimidad como el laboral pueda dejar huella tan profunda en algunas sensibilidades.. hay que ser muy especial.. Miguel lo es.

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