DON QUIJOTE Y LA NAVIDAD
Sancho, amigo, bueno sería que las
relaciones entre nosotros mismos y nuestros prójimos fueran amistosas en grado
sumo. Algo así como si fuera Navidad de
por vida. Y aunque hay cosas que se sienten mejor que se dicen, atrévome a
sugerirte por escrito (por aquello de que la pluma es la lengua del alma),
algunas premisas para entre todos intentar llevarlo a efecto.
“No olvides, apreciado Sancho, que cada
uno de nosotros somos hijos de nuestras obras y por ende artífices de nuestra
propia ventura, pero para impulsarla es imprescindible la libertad: Por la
libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida.
Ten
en cuenta, ¡Oh Sancho!, que debemos respetarnos. A veces la mucha conversación
que tenemos engendra desaires y hace que olvidemos que la abundancia de las
cosas buenas que poseemos no se estime y, sin embargo, la carencia, aún de las
malas, la estimamos en algo.
Dígote
también, querido Sancho, que hemos de desterrar la envidia de nuestros
corazones; cualquier vicio trae un no se qué de deleite consigo, pero éste no
trae sino disgustos, rencores y rabias. Antepongamos a ella la bondad que
quebrante la mala ventura y haga que no se doble la vara de la justicia por el
peso de la arrogancia, sino por el de la misericordia.
Procuremos,
hermano Sancho, hacer el bien sin esperar nada a cambio. Recuerda lo que dijo
maese Cervantes: “¡Venturoso aquél a quien el cielo dio un pedazo de pan sin
que le quede obligación de agradecérselo a otro que al mismo cielo!” Seamos
pues, dóciles, vistiéndonos siempre de manera que parezcamos lo que queremos
ser y no lo que queremos aparentar
mientras, de paso, hacemos gala de la humildad de nuestro linaje.
Debemos,
Sancho bueno, cuidar a las mujeres para que no desdeñen a quien las quiere y
aprecien a quien las aborrece. Hemos de quererlas por la fama que tienen de
bellas y discretas, si ellas nos
faltaran sería como si nos quitaran las niñas de nuestros ojos. Intuyo que
juntándonos a ellas, que son buenas, quizá también lo seamos, no sin esfuerzo,
nosotros.
Observa,
leal Sancho, que cuando hay amistad sincera lo demostramos con acciones y
movimientos alegres y espontáneos que son fiel heraldo de lo que allá en el
interior de nuestras almas pasa. Comprenderás entonces la mucha diferencia que
hay entre las obras que se hacen por amor a las que se hacen por agradecimiento
y por qué es la lengua la que habla de la abundancia del corazón.
Quisiera
Sancho, compañero, que sepamos disculpar a quien un día aparezca apesadumbrado.
Suele acaecer que pensamientos y sucesos tristes pueden hacerle parecer
descortés. Ayudémosle a recuperar con su alegría la nuestra, piensa que siempre
deja la esperanza una puerta abierta en las desdichas.
Seamos,
dilecto Sancho, mesurados en el beber, en el comer y en el dormir; no olvides
que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra, que la salud del
cuerpo se fragua en la oficina del estómago y que aquél que no madruga con el
sol no goza del día.
Finalmente,
admirado Sancho, sólo me resta desear que nuestra vida esté jalonada por
hermosas fantasías y, añado, que el mal físico acabará conmigo pero no con mi
agradecimiento y cariño hacia todos vosotros. Que el espíritu de la Navidad esté permanentemente en nuestros
corazones haciéndonos unos locos cuerdos y entrañables”
Miguel MORENO GONZÁLEZ
Muy bonita entrada. Felicidades a ambos y a todo el pueblo en estas fechas.
ResponderEliminarCadalseño
Maravilloso, Maestro. Sabias palabras que gozan de perfecta actualidad. Cada vez volvemos menos la vista atrás y nos olvidamos de la sabiduría de nuestros antepasados. Menos mal que siempre hay alguien que arrastra la pesada mochila del pasado para, cual Rey Mago, repartir entre todos los recuerdos que nunca debemos olvidar.
ResponderEliminarGracias y un abrazo.
Luis Carlos.
Graciaa, Miguel.. Leer lo bueno, como oír una música agradable, no digamos que nos mejore, pero siemre es recomendable.. Que tengas unas fiestas tranquilas.. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy bonito, de qué capítulo es?
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