En Cadalso trabajaban las fachadas de granito y marcaban las casas...
elaboraban bien las piedras...
Se hacían tallar cruces para indicar que vivían cristianos. ..
diseñaban signos y figuras...
y la huella ha quedado en nuestras fachadas...
en una palabra , embellecían las fachadas de las casa de los nobles y las de gente humilde también...
Casa de los Salvajes,
también conocida como Casón de los Austrias. Es un edificio
renacentista que, en otra época, fue una casa solariega cuyo dueño era
D. Juan Miguel de Aristía, secretario del Infante D. Luis Antonio de
Borbón, hermano del rey Carlos III.
Dicho secretario fue testigo del nacimiento de D. Luis Maria de Borbón,
“el cadalseño”, en el Castillo de Villena. Se conserva la fachada en
piedra, barroca, con un gran escudo al que sirven de tenantes dos
figuras humanas en piedra, de tosco aspecto, barbado, de tamaño natural,
con el cuerpo desnudo y cubierto de escamas, con un cinturón trenzado
sosteniendo en el brazo libre un grueso bastón. Constituye una portada y
frente de casa inusual, que revela ostentación por parte de su primer
propietario. Llamada “del Austria” o “de los Salvajes” (por analogía con
los de un viejo caserón que hubo en Madrid, en la plaza del Conde
Miranda).
Hoy se encuentra totalmente restaurada, y alberga en su interior la Oficina de Turismo del municipio y el Archivo Municipal ...
Hablando de piedras talladas:Muy cerca de nosotros , a unos kilómetros de distancia , lindando con la provincia de Ávila tenemos restos de como se trabajaba la piedra de granito y que importancia tenía:
Las Enigmáticas Piedras de los Vettones
Una
cultura casi desconocida sembró la Península Ibérica de enigmáticos animales de
piedra cuyo significado o propósito aún siguen siendo materia de debate para
los arqueólogos. Son los vettones. Uno de los fenómenos arqueológicos
relacionado con los celtas más importantes de España tiene que ver con las
representaciones escultóricas de los pueblos prerromanos que habitaron entre el
Duero y el Tajo, en la meseta; los vetones. Toros, jabalíes, cerdos, osos, tal
vez elefantes... Esculturas toscas de granito, de distintos tamaños y
encontradas en tan diversos ámbitos que los investigadores aún no se han puesto
de acuerdo en su significado — puede que fueran varios los motivos de su
fabricación?—. Son los llamados “verracos” que es como se conoce a esta cultura
que reúne más de 400 ejemplares en una estrecha franja de piedra y monte.
Corresponden al trabajo de un grupo de artesanos que labraba la roca y que
proveía a los vetones de estas figuras misteriosas, cuyo sentido aún no ha sido
desvelado. Hace 2.500 años... Los vetones eran celtas, vivían de la ganadería y
se preparaban para ser soldadas de postín. Celebraban ritos iniciáticos para los
futuros guerreros en saunas excavadas en la roca y adoraban a las fuerzas de la
naturaleza celebrando sacrificios animales y humanos en altares rupestres.
Se repartieron por el territorio extendido
entre el Duero y el Tajo, lo que ahora es Toledo, Cáceres, Salamanca, Ávila, Zamora, Segovia y las provincias
portuguesas de Tras-os-Montes y Beira Alta.
elaboraban bien las piedras...
Se hacían tallar cruces para indicar que vivían cristianos. ..
diseñaban signos y figuras...
y la huella ha quedado en nuestras fachadas...
en una palabra , embellecían las fachadas de las casa de los nobles y las de gente humilde también...
Casa de los Salvajes,
también conocida como Casón de los Austrias. Es un edificio
renacentista que, en otra época, fue una casa solariega cuyo dueño era
D. Juan Miguel de Aristía, secretario del Infante D. Luis Antonio de
Borbón, hermano del rey Carlos III.
Dicho secretario fue testigo del nacimiento de D. Luis Maria de Borbón,
“el cadalseño”, en el Castillo de Villena. Se conserva la fachada en
piedra, barroca, con un gran escudo al que sirven de tenantes dos
figuras humanas en piedra, de tosco aspecto, barbado, de tamaño natural,
con el cuerpo desnudo y cubierto de escamas, con un cinturón trenzado
sosteniendo en el brazo libre un grueso bastón. Constituye una portada y
frente de casa inusual, que revela ostentación por parte de su primer
propietario. Llamada “del Austria” o “de los Salvajes” (por analogía con
los de un viejo caserón que hubo en Madrid, en la plaza del Conde
Miranda).
Hoy se encuentra totalmente restaurada, y alberga en su interior la Oficina de Turismo del municipio y el Archivo Municipal ...
Hablando de piedras talladas:Muy cerca de nosotros , a unos kilómetros de distancia , lindando con la provincia de Ávila tenemos restos de como se trabajaba la piedra de granito y que importancia tenía:
Las Enigmáticas Piedras de los Vettones
Las Enigmáticas Piedras
de los Vettones
Publicado por Aníbal Clemente Cristóbal el diciembre 24, 2010 a las
12:48pm
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Una cultura casi desconocida sembró la Península Ibérica de enigmáticos
animales de piedra cuyo significado o propósito aún siguen siendo
materia de debate para los arqueólogos. Son los vettones.
Uno de los fenómenos arqueológicos relacionado con los celtas más
importantes de España tiene que ver con las representaciones
escultóricas de los pueblos prerromanos que habitaron entre el Duero y
el Tajo, en la meseta; los vetones. Toros, jabalíes, cerdos, osos, tal
vez elefantes... Esculturas toscas de granito, de distintos tamaños y
encontradas en tan diversos ámbitos que los investigadores aún no se han
puesto de acuerdo en su significado — puede que fueran varios los
motivos de su fabricación?—. Son los llamados “verracos” que es como se
conoce a esta cultura que reúne más de 400 ejemplares en una estrecha
franja de piedra y monte. Corresponden al trabajo de un grupo de
artesanos que labraba la roca y que proveía a los vetones de estas
figuras misteriosas, cuyo sentido aún no ha sido desvelado.
Hace 2.500 años...
Los vetones eran celtas, vivían de la ganadería y se preparaban para ser
soldadas de postín. Celebraban ritos iniciáticos para los futuros
guerreros en saunas excavadas en la roca y adoraban a las fuerzas de la
naturaleza celebrando sacrificios animales y humanos en altares
rupestres. Se repartieron por el territorio extendido entre el Duero y
el Tajo, lo que ahora es Toledo, Cáceres, Salamanca, Ávila, Zamora,
Segovia y las provincias portuguesas de Tras-os-Montes y Beira Alta.
Construyeron sus ciudades fortificadas (oppida) más importantes en el
valle abulense de Amblés, en montes colindantes a las sierras que rodean
la capital de Ávila. En este marco se tallaron los verracos,
considerados la expresión plástica más representativa de los vetones.
La curiosidad por estas esculturas milenarias ha respondido a patrones
varios. Los romanos utilizaron la figuración de toros y jabalís de
reducidas dimensiones en sus necrópolis, a modo de cistas y cupae
—¿símbolo del enterramiento de alguien cuyos ancestros vetones adoraban a
estos animales, igual que ahora se hace con la Cruz?—, o bien usarlas
como sillares en la Edad Media en construcciones importantes, como la
muralla de Ávila o varias iglesias de ésta y otras capitales y pueblos
de la zona —quizá con el despectivo propósito de ahorrarse en pulir
piedra cuando ya disponían de elementos de buena roca y, además,
labrados—. Y, como los siglos dan tantas vueltas al arte, a partir del
siglo XVI las familias nobiliarias los situaban en los jardines de sus
sus palacios — reconocimiento a su valor artístico, a su antigüedad, o
por una atracción del misterioso poder de estas esculturas milenarias
hacía los ricos estamentos?—. Las pruebas arqueológicas y, a partir del
siglo XV, la documentación de los cronistas, sitúan la construcción de
estas esculturas en la Edad del Hierro, a partir del siglo V-IV a. de C.
Sólo desde finales del siglo XIX, época en que surge la figura del
investigador arqueológico se han realizado excavaciones más sistemáticas
en los castros vetones, intentando descubrir algo del pasado de estos
pueblos ganaderos y guerreros, y encontrándose con una cultura llena de
enigmas y dudas.
¿Idea o figuración?
Entre dioses y hombres siempre ha habido una extraña relación. Temor,
amor, miedo, petición, protección... distintas caras de una misma moneda
en la que las circunstancias que nos rodean son fundamentales. En el
caso de los celtas, las fuerzas de la naturaleza eran el misterio de la
lluvia y de los ríos, la energía del Sol y la Luna, y la fuerza pétrea y
el poder de los animales. La comprensión de lo que ocurría influía
hasta transformar los elementos cotidianos de la existencia en objetos
de culto.
¿Culto al toro o a la piedra? ¿O a ambos? Es una de las incógnitas de
los verracos. Figuras esquemáticas, simples, muy geometrizadas; tanto,
si las comparamos con las representaciones ibéricas de la misma época,
que es casi imposible relacionarlas. ¿Cuestión de riqueza, de medios, de
torpeza, o se trata de una visión buscada, de la mera representación de
una idea sin un afán figurativo? Las relaciones de los celtas con la
naturaleza fue tan acusada que puede que la idea sea sólo la conjunción
de dos elementos naturales, fundamentales en su vida: la roca sobre la
que construían sus poblados, que les protegía, y el toro, animal sagrado
en mitologías clásicas, cargada, en este caso, de un componente
sociológico que no se puede obviar: una de sus fuentes de riqueza era la
ganadería.
Las piedras en el culto y el propio culta a las piedras también se han
relacionado con las corrientes de agua. Por ejemplo, en el castro de
Ulaca (Solosancho, Avila) se halló un verraco cerca de un manantial, y
junto al castro de El Raso (Candeleda, Avila) también se encontró un
ejemplar al lado de un río, junto al Santuario prerromano de
Postolabosa. La presencia de es tas esculturas en extensas praderas, a
modo de hitos en el paisaje, y algunos cerca de los poblados e incluso
dentro de los mismos, se ha interpretada coma una sacralización de los
mismos, en relación con la protección tanto del ganado como de los
hábitats. Han pasado más de setenta años desde que el arqueólogo Juan
Cabré, uno de los primeros que excavó los castros vetones, destacaba la
función mágico-religiosa de estas figuras zoomorfas, relacionándolos con
ritos de protección del ganado, fertilidad y reproducción de la
especie. Se han encontrado esculturas en zonas de pastos especialmente
ricas, en las cercanías de cañadas medievales, en las lindes de las
tierras y de marcándolas — modo de hitos sagrados—. Hay teorías que
indican, incluso, que los verracos trataban de señalizar las posesiones
de los grandes guerreros (los privilegiados en la escala jerárquica de
los poblados), como símbolo de su estatus social. Lo que aún no se ha
confirmado es si, en realidad, los toros y verracos hallados se situaron
en esos lugares en sus orígenes o si, por el contrario, han sido
desplazados de su ubicación original a lo largo de los siglos. De
algunas sí que se conoce con certeza su desplazamiento, lo que pone en
duda a ubicación original del resto. Lo que será muy difícil averiguar
es el cuándo y el por qué.
Piedra, muerte, ritual
Las Vetones incineraban a sus muertos. Era un ritual céltico cuyo origen
se puede encontrar en el corazón de Europa, en la cultura de los Campos
de Umas. Los más poderosos guerreros se llevaban a la tumba su ajuar,
quemado en una pira, frente a todos, tras estar en un altar de piedra,
según los historiadores romanos, esperando a que las aves psicopompas se
llevaran sus entresijos a otra vida.
Las excavaciones arqueológicas han contribuido a desvelar ciertas
incógnitas de la vida y cocon varias cavidades comunicadas en si. Su carácter sagrado
ha sido determinado por paralelismos con el altar encontrado en el
Castro de Panoias, que contiene inscripciones romanas aludiendo a
sacrificios animales y humanos, en el ámbito de las culturas y dioses
celtas. Se piensa que puede tratarse de un culto relacionado con el toro
o con la Luna, por su situación en una de las zonas más elevadas de
oppidum. El historiador romano Estrabón aludía en sus escritos a
creencias relacionadas con e! plenilunio en toda esta región. Tambien el
arqueólogo Juan Cabré destacaba su exaltada heliolatría debido a unas
cerámicas encontradas en Ciudad Rodrigo (Salamanca) y en armas del
castro de Las Cogotas con motivos solares.
Respecto a otros cultos de significación astral, el arqueólogo F. Fabián
afirma que unas piedras hincadas que denotan una diferenciación
jerárquica de las zonas de la necrópolis de la Osera, están relacionadas
con una constelación celeste.
La leyenda de los toros de Guisando
En los atardeceres del verano, las sombras de los toros de Guisando (El
Tiemblo, Ávila) se van deslizando por la superficie. Son sombras que
llevan sus secretos a la tierra en la que se sostienen desde hace casi
tres milenios. Son estas figuras, los más populares verracos vetones,
las que han transformado su entorno en un enclave cuajado de Leyendas.
Desde que lo romanos plantaran graffitis, a modo de inscripciones en sus
costados, conmemorando, según relatan lo antiguos cronistas, la
sangrienta batalla entre César y Pompeyo,
os de Guisando han
retado al tiempo y a la naturaleza. Cuenta una leyenda que existían
cinco, y no cuatro, esculturas, que tal vez fueran osos, y que contaban
cada una con una inscripción romana. Otra dice que a una de las moles
pétreas partió un rayo en dos, quedando enterrada —y este parte es del
todo cierta— hasta que en los años veinte la marquesa dueña de los
terrenos se preocupó de su recuperación. En las crónicas se habla de una
venta que utilizó, prácticamente, los toros como elemento
propagandístico —era conocida como la venta de los Toros de Guisando—.
Llena siempre de personas de dudosa reputación, cerca de la Cuesta de
los Malo Pasos —el nombre no puede ser más claro—, no se explica muy
bien, a pesar de los cronistas de la época que la futura reina Isabel la
Católica eligiera, precisamente, este entorno para celebrar la reunión
que marcó el principio de su reinado. Fue un lunes, 19 de septiembre de
1468, cuando tuvo lugar el Pacto de lo Toros de Guisando, por el que
Enrique IV declaraba heredera del trono a su hermanastra Isabel, en
detrimento de la supuesta hija de éste, Juana la Beltraneja ¿Qué poder
tenía este lugar para atraer a tales personajes? Sin duda, el mismo que
aún tiene, a pesar de que ya no hay venta, de que en los alrededores
toros avileños —quizá modelo utilizado por los artesa nos canteros que
les esculpieron— pastan pacíficamente en verdes prados, y de que aún no
se conoce realmente el porqué de su ubicación. Ni siquiera la razón de
su existencia
Artesanos de la piedra
El caso de los toros de Guisando es un ejemplo cargado de misterio como
el que subyace en otras muchas esculturas vetonas menos conocidas pero
no por ello exentas de magia y poder. Desde el siglo IV a. C. y hasta la
conquista romana estos pueblos celta siguieron con su tradición.
Artesanos de la piedra, canteros que elaboraban sus figuras según unos
cánones
Más información: http://www.historiayarqueologia.com/profiles/blogs/las-enigmaticas-piedras-de-los
Publicado por Historia y Arqueología® en
Más información: http://www.historiayarqueologia.com/profiles/blogs/las-enigmaticas-piedras-de-los
Publicado por Historia y Arqueología® en
Los Toros de Guisando. El Tiemblo. Avila
Los Toros de Guisando , imponentes moles de granito
En los alrededores de El Tiemblo (Avila) , junto a la Cañada Real, permanecen desafiando al tiempo 4 bloques tallados en granito que datan aproximadamente de los Siglos I y II a.C, son Los Toros de Guisando. A estas famosas esculturas pre-romanas se les atribuyó una función mágico- religiosa, como ídolos protectores de los rebaños, aunque otros estudiosos han considerado que se trataban de mojones y que señalaban las rutas de trashumancia en estas tierras eminentemente ganaderas y habitadas por los Vettones . Dichos mojones pudieron ser reunidos en este emplazamiento para formar parte de un monumento conmemorativo, según atestigua la inscripción que aparece en uno de los toros. LONGINUS PRISCO, CALAETQ PATRI.F.C. (Longino lo hizo a su padre Prisco –de la tribu- de los Calaetios).
En cualquier caso estos verracos labrados toscamente presenciaron el juramento de la nobleza castellana a Isabel La Católica el 19 de septiembre de 1468 mediante el Tratado de Los Toros de Guisando,
por el cual es nombrada heredera del reino de Castilla. Una inscripción
casi ilegible en un muro a la entrada del recinto recuerda dicho
Tratado . Un lugar con una historia significativa y por desgracia en un
pésimo estado de conservación.
Frente a estas moles de granito se divisa el Cerro de Guisando donde se encuentra el Convento de Guisando o de las Cuevas, antigua residencia de Felipe II donde el Monarca pasaba las Semanas Santas. Hoy en día en estado de ruina. De no ser por la dureza del terrero, hoy El Monasterio de El Escorial se encontraría en este emplazamiento por deseo del Rey.
Los Toros de Guisando
forman parte de nuestro gran Patrimonio arqueológico y son símbolos
imperecederos de nuestra historia. Estas moles han sido testigos
durante 20 siglos del devenir de estas tierras y sin querer me hacen
pensar en lo efímero de mi existencia...
ver:
http://cadalsovive.blogspot.com.es/2013/06/cadalso-para-sus-visitantes.html
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