jueves, 27 de enero de 2011

Aquellos hechos que nos marcaron...

Aquellos hechos que nos marcaron....




Los que contamos medio siglo, o más, a las espaldas, somos hijos de un tiempo y de una tierra de sabor hoy rancio y tonos sepia, pero no por menos válida y que merece la pena revindicar; vástagos de unos hechos que nos encaminaron hacia la vida. Lo que sigue es el recordatorio de unos cuantos ¡Ojalá sirvan de acicate para que añadan los suyos propios!

Pasamos una infancia teniendo como patio y escuela la calle, entonces llena de vida y sana confraternización, que bien nos espabiló. Allí, fuimos elegidos para jugar, o no, pero por mucho que fueran las pedradas siempre se olvidaban pues lo nuestro era no estar solos nunca que eso, sí que era un trauma. Nuestras carestías, entre remiendos y cosas heredadas, las suplíamos con el gran poder de la imaginación montando huertos y cabañas; jugar al aro, chapas, tejo, churro va y cine de dibujos; espada de madera a la grupa de una escoba y sombrero hecho con retal de periódico... Rebosábamos ilusión y nuestras ensoñaciones eran luchar por un mañana mejor, esperando a unos Reyes que siempre traían el caballito-muñeca o el juego de carpintero-cocina y gracias, a los sones de vamos a contar mentiras, veo veo, tengo una muñeca vestida de azul y corro de la patata Distraíamos nuestra impaciencia con cualquier cosa entre tebeos y colección de cromos; eso, cuando las obligaciones nos dejaban que ya desde chiquitines también nos tocaría trabajar en el campo, cuidar de los animales de la casa y hacer mil y un recados.
Desde la escuela, formamos al son de canciones de marcha militar, regla del enseñante, que la letra con sangre mejor entraba, las consignas en la pizarra y las vidas ejemplares. La enciclopedia Alvarez o Dalmau, plumier de madera y tintero, las diapositivas, la bata, caligrafía y Formación del Espíritu Nacional, estufa leña, separación de niños y niñas… Con todo, agradecidos de salir del analfabetismo que nos rondaba y aunque fuera para pasar más hambre que un maestro. El hoy rey deporte era sólo darle a la pelota en cualquier descampado, saltar la comba o las tablas gimnásticas
Aquietamos nuestra adolescencia yendo a casa de la vecina a ver la tele con aquellas interferencias y carta de ajuste, al Teleclub , Hogar Parroquial, OJE… esperando tiempos estivales que se convertían en un gran verano azul con la llegada de veraneantes, bañarnos en el río, fiestas locales y de los pueblos vecinos o la llegada de algún circo o espectáculo ambulante Como quiera que la Educación Sexual fue nuestra asignatura pendiente, la inocencia y descubrimiento serían nuestros pecados de juventud donde triunfó el destape de Landa y Pajares, entre risas de paletos a lo Martínez Soria y maldiciones a los cortes de la inevitable censura. Estudiar era un lujo reservado para unos pocos y te obligaba a marchar fuera y pasar reválidas; con suerte y sacrificios nos quedaban las clases de la noche, academias o conseguir beca de Universidades Laborales .
Ya jóvenes de los 70 y 80, fuimos testigos de la aparición del vaquero, bikini o minifalda y los primeros en enfundarnos pantalones campana, marcando, brillantina y flequillo para ir a la disco, verbenas y guateques en una fiebre del sábado noche, entre aquellos memorables conjuntos, discos de vinilo, magnetófonos y casetes. Tarareábamos aquellas letras con un guau guau que ni entendíamos y emulando a nuestros ídolos nos dejábamos la melena para ir a fardar al cine a la fresca o a los futbolines gastando las cuatro pesetas en la gramola, máquinas pin ball y marcianos y la cajetilla de tabaco negro que entonces, el fumar molaba ..Década prodigiosa e intentos por volar del nido para buscarse el camino. Soplaban aires de jipíes y contestatarios que nos llevarían a leer textos prohibidos, sesiones de Cineclub con subtítulos, escuchar Radio Andorra y participar de la canción protesta corriendo delante de los “grises”. Participamos del renacer de la política y también aquí fuimos los aprendices de turno. De repente, entrábamos en quintas y a la mili nos llevaron para hacernos hombres según decían.


A nuestro alrededor, iba girando la historia marcada por La Guerra Civil y Posguerra, que aún se respiraba, cruces de los caídos y franquismo, Radio Andorra y el diario hablado de las dos y media; la copla y los ritmos de fuera, la señorita Francis y radionovelas, los episodios nacionales y los discos dedicados; el nodo y los diarios del movimiento, la Codorniz y el Caso. Acontecimientos como la bomba de Palomares y llegada a la Luna, Vietnam y Guinea española, Kissinguer y el Che, el Lute y Castro; Guerra fría y la de los 6 días, Muro de Berlín y África que empezaba en los Pirineos; Gibraltar español, OTAN sí y no, Primavera de Praga, Mayo del 68; primeras elecciones y Transición a los toques de Libertad sin Ira.
Todo esto, y mucho más, conforma el guión de este particular Cuéntame que cada cual relatará a su manera añadiendo otros detalles que guardamos en la memoria. Como el telefonear a través de la vecina y la centralita, o cuando salir en la tele era la monda. Aquellos, un millón para el mejor, pequeño ruiseñor y reina por un día cuando la realidad era muy distinta. Ver como la policía iba cambiando de uniforme y métodos entre alguaciles y serenos. Tirar de la leche de los americanos, condensada y en polvo, matacerdo y lentejas. Poder contar lo que eran el candil, plancha de brasas, molinillo, el papel de calco y estraza, la máquina de escribir, platos y cacharros de porcelana, sillas de enea y hule en la mesa… Cantar canciones con estribillos que han perdurado hasta hoy, verbena a verbena. Ser inmigrantes, entre planes de desarrollo, que nos trajo a las ciudades costeras tras el gran invento del turismo. Vestir con la camiseta imperio, las enaguas, boina y pana. El hablar de usted y tener respeto a todo el mundo. El no saber de colas que cada uno sabía su sitio entre palcos y plateas, sol y sombra, rombos en la tele y listas de pecados o censuras Viajar en tranvías y trolebuses , aquellos asientos de madera de un tren que nunca llegaba y el zarandeo de aquellos autobuses con la baca repleta por carreteras plagadas de curvas. Explicar marcas antológicas como derbi, 600, Vespa, .Gordini, R-8, Pegaso… Aprender hasta latín entre tanta misa y acción católica. Aquellas impaciencias esperando al cartero y las noticias de los seres queridos que al final siempre eran las cuatro letras: bien, gracias a Dios…

En general, sería una época de esfuerzos pues había que ganársela con el sudor de tu frente; de arreglarlo todo para que durara; de reconfortarse con el siempre hay alguien peor; de trueque y estraperlo y guardar para mañana; que por la regla de tres, todo se solucionaba. Unas fechas de miedo al que dirán, y leyes represivas en las que hasta las alegrías eran en blanco y negro con máximas como: Dios proveerá, en la guerra sí que pasamos hambre, toda la vida ha sido así… que al final nos conduciría a luchar, de verdad, por un futuro que hoy es nuestro presente y riqueza ¡Cabe refrescar sus lecciones y pasar el testigo a las generaciones venideras!


Francisco Torralba Lopez

1 comentario:

  1. Nacido en el cincuenta.. sí Francisco y disfruté viviendo todo lo que comentas en este escrito, te garantizo que aquello me dejo poso.. un poso agradable que me recuerda siempre lo de antaño y de lo que no quiero olvidarme.. pues es mi pasado y el de los mios…
    Gracias por tus generosos y maravillosos artículos que nos trasportan a nuestra dorada época…
    Un abrazo
    Carlos

    ResponderEliminar