bonita desde el principio hasta el final...
con los comercios tradicionales..
llena de vida para Cadalso....
con los recuerdos a los personajes de antaño....
con casas señoriales restauradas....
casas de solera.....
con sus inscripciones en fachadas....
con escudos de nobles o gentes que dejaron su huella.....
hasta llegar a la Casa Consistorial....
****************
LA CALLE DE LA IGLESIA
Desde La Plaza, centro neurálgico y geográfico del pueblo, hasta el “Testero de la Fuente” discurre esta calle que nos lleva hasta el monumento que la da nombre: la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. De siempre, calle plena de vida, lugar de paso obligado para cruzar Cadalso de Este a Oeste y poblada, hasta hace unos años, de comercios y personajes de gran raigambre Cadalseña.
Tuvo su época dorada, a nuestro modesto entender, allá por los años sesenta y setenta, coincidiendo con el gran auge de Cadalso, por entonces, y sin discusión, pueblo emblemático y de referencia para la Comarca.
Allí tenían, y teníamos, nuestros entrañables comerciantes, al modo de las calles Preciados o Carretas en Madrid: la Tía Matea (donde recuerdo haber visto el primer molinillo de café y el dispensador, desde un barril, de aceite); el Tío Valentín (ataviado con su batín azul, sus buenos modales y siempre fumando); la Tía Juliana “La Cartuja” (siempre de negro, siempre trabajando); el Tío Luis (artesano del zapato y maestro del “Tirador”); la Churrería (entonces recién inaugurada, con el Tío Elías y la Tía “Guada”, sus juncos y Arruza, de “luces”, “que era de Cadalso y venía arrollando”, presidiendo); el Bar del Tío Pancho (nuestra infantil pastelería dominical, refugio vespertino de “Marbeo y Parpalá”) y su Taxi a punto para arrancar; la Central de Teléfonos (adornada con la sonrisa y amabilidad de la Tía Angelita); la Caja Rural; Salustia y su Taberna; la Fábrica de Gaseosas (Vitorio, tan infatigable como el sempiterno chas-chas, ideando el próximo Vicpumar); las carnicerías de Marcelo y el tío Pepe “Machuca”(con sus infalibles “ganchos” escaparate de sus corderos); la panadería de Balta y Antonina y, como no recordar, la figura entrañable del Tío José el “Hojalatero”.
En ella nos encontrábamos, o nos cruzábamos, con “Gentes” que han dicho y significado mucho para varias generaciones de cadalseños, en muchos casos, personajes de referencia o, en multitud de ocasiones, “protagonistas” de anécdotas, conversaciones, nostalgias…; el Tío Felipe “Chirivitas”, nuestro particular “Último de Filipinas”, todo un héroe local; don Venancio (apodado “el dos de oros”), pionero y asiduo del veraneo cadalseño, enamorado sempiterno de todo lo nuestro; el Tío Paquito “Banderas”, alegría, optimismo y simpatía hechas persona; Mariano “Bulé”, “adicto”, nostalgias de juventud castrense, a tallar y aconsejar a los jóvenes en edad militar; Antonio y Ana Mari Montón, dueños de aquella casa que nos impresionaba por esa cabeza de toro, colgada entrando a la izquierda, cuya leyenda refería fielmente su fiereza y su bravura; Manuel “Feltrer” y su toque de elegancia capitalina; Lorencillo, en aquel entonces, fiel escaparate sabatino de elegantes y deslumbrantes automóviles de ensueño, de fiestas con “famosos”, de triunfo vital; la Tía Segunda, amable, sensata, familiar; Ramona “la Salinera”; entonces, “señorita” de su lugar; Rafael, el Tío “Sordillo”, personaje peculiar, educado y, sobre todo, “linier” vocacional; el Tío Cano, imaginativo, ingenioso, inteligente, atrevido; Leoncio Vadillo, serio, respetuoso, cordial y fiel falangista hasta el final….; todos ellos, y entre otros, personajes que ni vamos, ni queremos olvidar.
En la calle de La Iglesia se respiraba vida, latía con fuerza el corazón cadalseño. En ella se hacía, y se hace, evidencia la canción que catapultaba a Massiel allá por el sesenta y ocho, el “La La La”, nos cantan cuando nacemos y también en el adiós y, añado yo, en el durante más de una vez (bautizos, comuniones, bodas, fiestas patronales, saetas, desfiles procesionales…).
Hoy, como del pueblo en general, podemos decir aquello de “cualquier tiempo pasado fue mejor”; el paso del tiempo, sus inevitables secuelas sobre las personas, los nuevos estilos de vida y la búsqueda de oportunidades lejos del “terruño” han cambiado su fisonomía y, lo que es peor, han vaciado muchas de sus casas, haciendo que nuestra calle sea, a día de hoy, más pasado que actualidad.
Aún así, miramos con ojos bien abiertos, vamos a despertar, se palpa en el aire, se percibe en el ambiente, se siente entre nuestras gentes: Cadalso va, de nuevo, a despegar.
Baltasar Villarín
con los recuerdos a los personajes de antaño....
con casas señoriales restauradas....
casas de solera.....
que nos trasladan a los recuerdos
de amigos que nos faltan....
con sus inscripciones en fachadas....
con escudos de nobles o gentes que dejaron su huella.....
hasta llegar a la Casa Consistorial....
****************
LA CALLE DE LA IGLESIA
Desde La Plaza, centro neurálgico y geográfico del pueblo, hasta el “Testero de la Fuente” discurre esta calle que nos lleva hasta el monumento que la da nombre: la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. De siempre, calle plena de vida, lugar de paso obligado para cruzar Cadalso de Este a Oeste y poblada, hasta hace unos años, de comercios y personajes de gran raigambre Cadalseña.
Tuvo su época dorada, a nuestro modesto entender, allá por los años sesenta y setenta, coincidiendo con el gran auge de Cadalso, por entonces, y sin discusión, pueblo emblemático y de referencia para la Comarca.
Allí tenían, y teníamos, nuestros entrañables comerciantes, al modo de las calles Preciados o Carretas en Madrid: la Tía Matea (donde recuerdo haber visto el primer molinillo de café y el dispensador, desde un barril, de aceite); el Tío Valentín (ataviado con su batín azul, sus buenos modales y siempre fumando); la Tía Juliana “La Cartuja” (siempre de negro, siempre trabajando); el Tío Luis (artesano del zapato y maestro del “Tirador”); la Churrería (entonces recién inaugurada, con el Tío Elías y la Tía “Guada”, sus juncos y Arruza, de “luces”, “que era de Cadalso y venía arrollando”, presidiendo); el Bar del Tío Pancho (nuestra infantil pastelería dominical, refugio vespertino de “Marbeo y Parpalá”) y su Taxi a punto para arrancar; la Central de Teléfonos (adornada con la sonrisa y amabilidad de la Tía Angelita); la Caja Rural; Salustia y su Taberna; la Fábrica de Gaseosas (Vitorio, tan infatigable como el sempiterno chas-chas, ideando el próximo Vicpumar); las carnicerías de Marcelo y el tío Pepe “Machuca”(con sus infalibles “ganchos” escaparate de sus corderos); la panadería de Balta y Antonina y, como no recordar, la figura entrañable del Tío José el “Hojalatero”.
En ella nos encontrábamos, o nos cruzábamos, con “Gentes” que han dicho y significado mucho para varias generaciones de cadalseños, en muchos casos, personajes de referencia o, en multitud de ocasiones, “protagonistas” de anécdotas, conversaciones, nostalgias…; el Tío Felipe “Chirivitas”, nuestro particular “Último de Filipinas”, todo un héroe local; don Venancio (apodado “el dos de oros”), pionero y asiduo del veraneo cadalseño, enamorado sempiterno de todo lo nuestro; el Tío Paquito “Banderas”, alegría, optimismo y simpatía hechas persona; Mariano “Bulé”, “adicto”, nostalgias de juventud castrense, a tallar y aconsejar a los jóvenes en edad militar; Antonio y Ana Mari Montón, dueños de aquella casa que nos impresionaba por esa cabeza de toro, colgada entrando a la izquierda, cuya leyenda refería fielmente su fiereza y su bravura; Manuel “Feltrer” y su toque de elegancia capitalina; Lorencillo, en aquel entonces, fiel escaparate sabatino de elegantes y deslumbrantes automóviles de ensueño, de fiestas con “famosos”, de triunfo vital; la Tía Segunda, amable, sensata, familiar; Ramona “la Salinera”; entonces, “señorita” de su lugar; Rafael, el Tío “Sordillo”, personaje peculiar, educado y, sobre todo, “linier” vocacional; el Tío Cano, imaginativo, ingenioso, inteligente, atrevido; Leoncio Vadillo, serio, respetuoso, cordial y fiel falangista hasta el final….; todos ellos, y entre otros, personajes que ni vamos, ni queremos olvidar.
En la calle de La Iglesia se respiraba vida, latía con fuerza el corazón cadalseño. En ella se hacía, y se hace, evidencia la canción que catapultaba a Massiel allá por el sesenta y ocho, el “La La La”, nos cantan cuando nacemos y también en el adiós y, añado yo, en el durante más de una vez (bautizos, comuniones, bodas, fiestas patronales, saetas, desfiles procesionales…).
Hoy, como del pueblo en general, podemos decir aquello de “cualquier tiempo pasado fue mejor”; el paso del tiempo, sus inevitables secuelas sobre las personas, los nuevos estilos de vida y la búsqueda de oportunidades lejos del “terruño” han cambiado su fisonomía y, lo que es peor, han vaciado muchas de sus casas, haciendo que nuestra calle sea, a día de hoy, más pasado que actualidad.
Aún así, miramos con ojos bien abiertos, vamos a despertar, se palpa en el aire, se percibe en el ambiente, se siente entre nuestras gentes: Cadalso va, de nuevo, a despegar.
Baltasar Villarín
PD: Si , esta vivo Cadalso.. no lo notais.....?
No hay comentarios:
Publicar un comentario