miércoles, 7 de octubre de 2015

de película...



SENTIMIENTOS DE PELÍCULA

     Anoche, por fin, acabé de ver la película que tenía grabada, “Vidas Rebeldes”, creo que se titula. La protagonizan, entre otros, Crark Gable, Marilyn Monroe y Montgomery Cliff. Para los dos primeros resultó ser su obra póstuma, al poco de acabar el rodaje desaparecieron físicamente para facilitarnos, me temo, soñar mejor con ellos.



Es conmovedora, como le gustan a Garci y por extensión a mí. Vi en su programa, “¡Qué grande es el cine!”, verdaderas joyas cinematográficas. De esas que te dejan un regusto imperecedero, que marcan un poco tu vida futura. 
No olvido la del “Jorobado de Nôtre Dâme de París”, la primera, la genuina, la auténtica... La secuencia de aquel hombre, jorobado y de bella sonrisa, columpiándose colgado entre las gigantescas campanas de Nôtre Dâme de París buscando entretener y sorprender a la chica, mientras ella permanece feliz sentada sobre el pretil del campanario, me resultó de una  plasticidad maravillosa e irrepetible. Sus miradas emocionadas por el amor son una antología del cine, un monumento a la ternura. 

 Esas miradas sólo eran comparables a aquella otra mirada que en la película de “Frankestein” éste le dedica a una niña cuando le alcanza una flor que navega perdida sobre el río y se la entrega con una reverencia desolada en su mirada.
Qué decir de aquella otra imagen de “L’Attalante”, cuando un enamorado le ofrece a su amada vivir con él en una chalupa que surca perezosa el Sena. En un momento de amor él le dice, metiendo su cabeza en un cubo lleno de agua, que hasta en el fondo del mismo ve dibujada, temblando, su imagen. Su cara sobrecogida le chorrea agua y felicidad en dosis parecidas cuando la saca del recipiente para decirnos de él, con una sonrisa inolvidable, que está viviendo un instante de felicidad plena. Después, ella le abandonó y él se dejó morir melancólicamente en un pequeño camarote tapado con una raída cortina. El barquito discurría suave y a la deriva, perdido entre aquellas tibias aguas que antes estuvieron enamoradas.


     La de anoche es parecida: Únicamente se besan sus personajes una vez y sin embargo el amor está presente, latente, durante toda la proyección. Amor en sus miradas, amor en sus bailes armónicos (no sé bailar pero me agrada ver bailar a los demás), amor observando las estrellas, amor en las grandes borracheras que cogen. Amor, amor porque la vida sin amor es una imitación de la vida: una sarcástica caricatura. Hubo unas frases en las que quizá su auténtico significado no estuviera en su contenido sino en la manera arrebatada de decirlas. M.Monroe: “-Nos morimos cada minuto y no nos contamos lo que sabemos para amarnos más”. C.Gable: “-Lo que me abruma es saber que todo esto acabará un día”. M.Monroe: “-Soy débil como el ala de un gorrión recién nacido”. M.Criff: “-Me amarga mi propia vida”. Y le responde M.Monroe: “-Pero en cambio, albergas mucha sinceridad en tus ojos”. Hay una secuencia en la que están todos sentados bajo el cielo raso, a la luz de la luna y las estrellas. Uno de ellos (que es aviador) habla del cielo y los planetas, de su inmensidad. Monroe le dice: “Qué bonito es tener cultura y saber tantas cosas”. Y éste le responde mirando a la lejanía con ojos vidriosos: “-Es mucho más bonito tener la grandeza que tu tienes y que está por encima de todo: tu sensibilidad. Cualquier cosa te afecta y te hace llorar y quieres ayudarnos a ser mejores procurando nuestra felicidad”.


     Son personajes perdedores pero con grandeza humana. Están todo el tiempo al borde del abismo de su propia desolación sentimental. Uno de ellos implora entre sollozos: “-¿Qué tengo que hacer para que me quieran?” Es la vida en estado puro, sin adornos ni falsas alharacas. La realidad descarnada, brutal y sobrecogedora de nuestras propias existencias. Siempre nos estamos preguntando, sin reconocerlo la mayoría de las ocasiones: “¿Qué tenemos que hacer para que nos quieran?” Existen infinidad de personas que desviven (y a veces mueren) porque no sienten cercano ese amor que les falta y les resulta imprescindible para subsistir. Conozco seres humanos para los que su alimento más preciado es el amor. Igual que hay otros que viven para la envidia, el lujo o la mentira, permanecen unos pocos “inadaptados” para los que el amor les resulta fundamental para seguir viviendo.


     Se me antoja que el arte más difícil y maravilloso del cine es la capacidad que tienen sus protagonistas para conseguir hacer sentir y transmitir sentimientos a los espectadores. No sé que os parecerá esto, en todo caso son cosas que se me van quedando dentro, que me irán acompañando durante el resto del camino que me falta por recorrer. Lo averigüé anoche de sopetón, me vino silencioso y de puntillas según estaba viendo la película, solo y en penumbras, en el salón de mi casa mientras iba sintiendo despacito el ligero y suave roce del amor…

                                 Miguel MORENO GONZÁLEZ

    

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