La tarde se malgastaba...
Comenzó a
amarillear la tarde. Poco a poco fue sucumbiendo a una oscuridad a esa
hora inusual, delatando con sus tonalidades que en breve empezaría a
llover. A pesar de todo no perdió la esperanza, quizá solo cayeran unas
gotas y las nubes que habían estado amenazantes desde el mediodía,
llevadas por un ligero viento de poniente, abandonaran con rapidez estos
cielos huyendo a otras latitudes. Pero la evolución no fue la esperada,
o la deseada, y lo que en principio comenzó con una lluvia casi
imperceptible, un chispear sutil, de repente se convirtió en una cortina
densa que se derramaba con saña sobre el suelo empinado de su calle.
El agua golpeaba con fuerza los cristales de la ventana por la que se
asomaba su tristeza, viendo cómo aquel torrentes se llevaba sus
ilusiones...
Las horas
siguientes fueron pasando y nada hacía presagiar que la situación fuera a
cambiar. A ratos disminuía la intensidad del chaparrón pero no dejó de
llover en ningún momento . La tarde se malgastaba. Por mucho que rogó y
miró al cielo, la lluvia se había empeñado en quedarse a pasar la noche,
y así lo hizo. A la tarde siguió una noche tormentosa, de aguaceros y
chaparrones intensos, de truenos y atrevidos relámpagos que se colaban a
través de las rendijas de la persiana, iluminando la inmensa pesadumbre
que se había instalado en sus entrañas. Le costó conciliar el sueño y
en su desvelo soñó con besos abandonados.
Leonor...
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