Manifiesto
Publicado por ESTEBAN RUIZ
22/10/2010
Es el momento.
En los últimos 50 años, la humanidad ha intervenido sobre la naturaleza y transformado los ecosistemas más rápida y extensamente que en ningún otro período de tiempo comparable de la historia.
Esto ha contribuido a obtener considerables beneficios para el bienestar humano y para el desarrollo económico, pero no para todos los habitantes del planeta, y se ha realizado a costa de deteriorar el aire, el suelo, el agua y la diversidad biológica.
Este deterioro está provocando la acentuación de la pobreza para millones de personas y miles de comunidades humanas, la extinción de numerosas formas de vida y la pérdida irreversible de los beneficios y servicios proporcionados por los ecosistemas destruidos, haciendo disminuir considerablemente las posibilidades de desarrollo de las generaciones presentes y futuras.
El uso de recursos ha excedido los límites: la población humana mundial usa más recursos que los que el planeta puede generar. La humanidad se encuentra sumida en una deriva progresiva hacia un escenario global de futuro incierto, amenazado por un cambio climático de consecuencias catastróficas y una crisis sistémica sin precedentes. El cambio climático no amenaza al planeta en tanto que tal, pero sí a la civilización humana. La humanidad corre el peligro de perder el control sobre su propio destino.
En el pasado reciente se había extendido la ilusión de que bastaría con una toma de conciencia de los gobiernos sobre la importancia de la dimensión ambiental para propiciar los cambios necesarios. La formulación del desarrollo sostenible en sus dimensiones ambiental, social y económica, la adopción de compromisos concretos en las Cumbres de Río 92 y Johannesburgo 2002 y la firma de los Convenios de Cambio Climático y de Biodiversidad, parecían iniciar la senda del cambio.
Sin embargo, en estos veinte años, la presión sobre los ecosistemas y su degradación, la desaparición de especies, el agotamiento de recursos no renovables, la pérdida de suelo, agua y atmósfera disponibles, la huella ecológica, la contaminación y las enfermedades de origen ambiental… han seguido creciendo a mucha mayor velocidad que en los veinte años anteriores, sin haber resuelto los principales problemas sociales.
Mil millones de personas no disponen de agua potable, dos mil millones no tienen acceso a la energía eléctrica y tres mil millones viven con menos de dos euros al día. En España, sin ir más lejos, en esos mismos veinte años se han construido tantos edificios como en los últimos veinte siglos, con los correspondientes impactos y pérdida de territorio y recursos naturales, pero no se ha conseguido solucionar el desempleo.
Todo en aras de un progreso económico que la crisis ha revelado fallido. Es más: ese desarrollismo ha sido una de las causas principales de la crisis que hoy azota la economía mundial. La crisis no es tan sólo financiera, se trata de algo mucho más profundo: es la crisis de un modelo productivo y de consumo claramente insostenible, que debe cambiar. Pero las políticas tradicionales siguen encaminadas solamente a promover la continuidad de ese modelo. La idea de que es la expansión del sistema económico lo que solucionará la pobreza en el mundo simplemente no es realista: si todos los habitantes del planeta consumieran lo mismo que los de los países desarrollados, se necesitarían tres planetas, y sólo tenemos uno.
La era del despilfarro ya no puede continuar; la autorregulación del mercado ha resultado ser un espejismo. Las políticas tradicionales no han tomado nota de esta realidad e insisten en un modelo de desarrollo inviable. En este contexto la pasividad política no es una opción. En España hemos asistido en los últimos dos años a una paralización progresiva de las políticas ambientales para satisfacer las presiones e intereses de los sectores más vinculados a las actividades desarrollistas como la sobre-pesca, la especulación inmobiliaria o la agricultura más insostenible.
Esta parálisis en lo ambiental ha sido el preludio de un giro antisocial en el ámbito de las políticas económicas. Con la excusa de la crisis se han puesto en marcha medidas encaminadas a recortar derechos laborales y debilitar el sistema de protección social, que tanta lucha necesitaron para ser instaurados, para dar satisfacción a los intereses y demandas de los llamados mercados financieros, es decir de los responsables de la crisis.
Los grandes partidos comparten de tal modo su identificación con este modelo económico, productivo y social, que cada vez más ciudadanas y ciudadanos, en particular los más inquietos por la realidad social y ambiental, se sienten decepcionados y se alejan del compromiso político.
EQUO, formado por personas que compartimos una trayectoria común de trabajo a favor de la sostenibilidad ambiental y la equidad social, nace con la voluntad de dinamizar un amplio movimiento sociopolítico que promueva soluciones viables a los grandes desafíos de nuestro tiempo y ofrezca un cauce de participación política a las personas que no se resignan a contemplar pasivamente esta situación.
En especial, EQUO quiere ofrecerse como un espacio de acción política para las generaciones emergentes de jóvenes inquietos ante la crisis social y ambiental que azota la humanidad, dispuestos a comprometerse generosamente para encontrar individual y colectivamente soluciones de actualidad a los desafíos de nuestro tiempo. EQUO quiere conectar también con las ciudadanas y ciudadanos que aspiran a vivir de una manera distinta, que no sea tan dependiente del consumismo y la acumulación de propiedades y deudas, sino que repose en un consumo más responsable y en una mejor calidad de ocupación y de vida. Ahora es el momento.
Otras orientaciones económicas y sociales se imponen. Otro tipo de sociedades son indispensables. Otra prioridad en los valores es deseable: la responsabilidad para con las personas y la sociedad, con los animales y con las generaciones futuras; el equilibrio en las relaciones con la naturaleza; la equidad entendida como igualdad de oportunidades y protección social; la solidaridad entre las personas, los pueblos y las generaciones; el ahorro, la mesura y la eficiencia en el uso de los recursos; la democracia participativa y prospectiva; el pacifismo activo… para abrir caminos hacia otro proyecto realista de sociedad y de civilización en el que sea posible la convivencia pacífica y el bienestar humano para toda la población ajustando el desarrollo a los límites físicos y biológicos del planeta, en un mundo que, aunque no perfecto, sea viable para todos y más justo.
Aunque una nueva propuesta alternativa de sociedad, superadora del capitalismo y el productivismo, en particular en lo que se refiere a un diseño completo de su funcionamiento económico es algo que está por inventar. Llevará su tiempo, pues no hay recetarios ni dogmas preestablecidos para elaborarla. También se requerirá una suficiente acumulación de experiencias en esa dirección. Pero hacerlo es imprescindible. A esta tarea, modestamente, EQUO quiere convocar a cuantas personas, profesionales, expertos y activistas sociales tengan ilusión y voluntad de aportar propuestas para la reorganización política y económica de las relaciones humanas y de la sociedad con la naturaleza. Tampoco partimos de cero. Hay muchas ideas que van en esa dirección. Algunas de ellas han sido formuladas en las distintas ediciones del Foro Social Mundial.
Otras han sido expresadas incluso por los organismos de Naciones Unidas, como las contenidas en la propuesta de Green New Deal (Nuevo Acuerdo Verde) o en el informe sobre Empleos Verdes. Tales soluciones han sido concretadas para nuestro continente en la propuesta Green New Deal para Europa de los Verdes Europeos.
Todas ellas contemplan reformas hacia la reducción paulatina de la huella ecológica, buscando nuevas formas de consumo, producción, transporte, una nueva manera de trabajar y de habitar las ciudades y el medio rural. Son reformas que implican profundos cambios del sistema financiero europeo e internacional, proponen una amplia reforma fiscal y estimulan la investigación científica y la creatividad industrial de acuerdo con las necesidades reales de la sociedad y los límites de la biosfera. Las reformas necesarias solo pueden ser concebidas en un contexto mundial, en el que Europa es nuestra casa. La Unión Europea es la primera que debe de adoptar medidas de cambio.
En primer lugar, porque los países que la forman han explotado más que ninguna otra región sus recursos naturales y los de terceros países y tiene una enorme deuda ambiental pendiente. Pero también porque, por sus capacidades económicas y tecnológicas y por la vitalidad de su sociedad civil, es un espacio privilegiado para emprender un cambio con influencia mundial. A pesar de sus defectos, la Unión Europea ha construido un espacio de paz y cooperación entre los veintisiete estados y 80 pueblos que la componen; ha construido un sistema de protección social y derechos laborales del que carecen otras regiones del mundo; ha liderado los primeros pasos de la agenda climática internacional; ha fomentado cierta protección de los espacios naturales e impuesto algunas restricciones a la industria y al uso de sustancias químicas. Necesitamos influir en Europa, no sólo porque es en Europa donde se adoptan las decisiones políticas que tienen más influencia en la vida de los ciudadanos, sino también porque Europa se encuentra en un dilema: o bien recupera su papel de defensora de los derechos sociales y el medioambiente; o bien se convierte en una herramienta al servicio de la supremacía de los mercados financieros sobre las instituciones democráticas.
Desgraciadamente, es esto último lo que está sucediendo, La crisis ha puesto al descubierto las debilidades del sistema productivo español. La profundidad de la crisis no ha sido el resultado de la rigidez de las relaciones laborales, cuando duplica las tasas europeas de temporalidad. Tampoco se debe a un exceso de gasto social cuando es bastante menor que el de los países de su entorno.
La profundidad de la crisis se debe a un modelo productivo dependiente de la especulación y el ladrillo, que además ha fomentado la corrupción a unos niveles alarmantes. Las inversiones públicas y las ayudas europeas se han orientado en exceso a desarrollar infraestructuras ambientalmente insostenibles y económicamente ineficientes. Se dijo que eran para generar y consolidar el empleo pero ahora resulta que España es el país con más kilómetros de autovía y más aeropuertos y el que acumula la mayor tasa de desempleo. Sin embargo, la peculiar situación española en el contexto europeo e internacional, aconsejaría una senda de desarrollo diferente para cambiar un modelo productivo demasiado dependiente de sectores y actividades insostenibles.
Posibilidades no le faltan: cuenta con la mayor riqueza en biodiversidad de la Unión Europea, con un potencial extraordinario en el desarrollo de las energías renovables, con la mayor superficie cultivada de agricultura ecológica, con excelentes profesionales en ámbitos como la salud, la investigación científica y la educación, con una sociedad civil activa y comprometida… que podrían llevar a construir un desarrollo diferente y con futuro y una transición justa para alcanzarlo. Pero para generar el cambio necesario se requiere otra política diferente a la ofrecida por los partidos tradicionales y se necesitan otras prioridades en política. EQUO ha nacido para hacerlo posible. por lo que hace falta que las oportunas resistencias nacionales o sectoriales –como la Huelga General del 29-S, coincidente con Jornada de Acción convocada por la Confederación Europea de Sindicatos– desemboquen en los próximos años en un modelo diferente de construcción europea y un modelo alternativo de desarrollo.
La legitimidad del proyecto europeo se logrará reinventando el lugar de Europa en el mundo y extendiendo las políticas de protección social y ambiental en vez de debilitarlas. Sus crisis, nuestras soluciones.
ANTE LA CRISIS ECONÓMICA: Economía sostenible, reforma del sistema financiero, fiscalidad ambiental, consolidación de la protección social y recuperación de los derechos laborales, Transporte y Edificación sostenibles, fomento de los Empleos Verdes, I+D+i para un cambio de modelo de desarrollo.
ANTE LA CRISIS CLIMÁTICA Y ENERGÉTICA: Cumplimiento del Protocolo de Kioto; 30% de reducción de emisiones para 2020; Transición justa a una economía baja en carbono; fin de la Energía Nuclear; Ahorro y eficiencia energética y 100% de Energías Renovables.
ANTE LA CRISIS AMBIENTAL: Cumplimiento efectivo de la normativa ambiental, protección de la biodiversidad y su correspondiente financiación; fin del maltrato a los animales.
ANTE LA CRISIS POLÍTICA: Tolerancia cero con la corrupción; máxima transparencia de las actuaciones públicas; democracia participativa con amplia participación de la sociedad civil; democracia prospectiva que contemple las consecuencias y responsabilidades a largo plazo de las políticas adoptadas.
ANTE LA CRISIS GLOBAL: Reforma de las instituciones financieras internacionales, desaparición de los paraísos fiscales y tasa a las transacciones financieras; giro en la política de la Unión Europea, para orientarla hacia la sostenibilidad ambiental, el empleo y la solidaridad; justicia ambiental; cumplimiento de los Objetivos del Milenio y 0,7 para ayuda al desarrollo; desarme y solución pacífica de los conflictos.
Es el momento.
En los últimos 50 años, la humanidad ha intervenido sobre la naturaleza y transformado los ecosistemas más rápida y extensamente que en ningún otro período de tiempo comparable de la historia.
Esto ha contribuido a obtener considerables beneficios para el bienestar humano y para el desarrollo económico, pero no para todos los habitantes del planeta, y se ha realizado a costa de deteriorar el aire, el suelo, el agua y la diversidad biológica.
Este deterioro está provocando la acentuación de la pobreza para millones de personas y miles de comunidades humanas, la extinción de numerosas formas de vida y la pérdida irreversible de los beneficios y servicios proporcionados por los ecosistemas destruidos, haciendo disminuir considerablemente las posibilidades de desarrollo de las generaciones presentes y futuras.
El uso de recursos ha excedido los límites: la población humana mundial usa más recursos que los que el planeta puede generar. La humanidad se encuentra sumida en una deriva progresiva hacia un escenario global de futuro incierto, amenazado por un cambio climático de consecuencias catastróficas y una crisis sistémica sin precedentes. El cambio climático no amenaza al planeta en tanto que tal, pero sí a la civilización humana. La humanidad corre el peligro de perder el control sobre su propio destino.
En el pasado reciente se había extendido la ilusión de que bastaría con una toma de conciencia de los gobiernos sobre la importancia de la dimensión ambiental para propiciar los cambios necesarios. La formulación del desarrollo sostenible en sus dimensiones ambiental, social y económica, la adopción de compromisos concretos en las Cumbres de Río 92 y Johannesburgo 2002 y la firma de los Convenios de Cambio Climático y de Biodiversidad, parecían iniciar la senda del cambio.
Sin embargo, en estos veinte años, la presión sobre los ecosistemas y su degradación, la desaparición de especies, el agotamiento de recursos no renovables, la pérdida de suelo, agua y atmósfera disponibles, la huella ecológica, la contaminación y las enfermedades de origen ambiental… han seguido creciendo a mucha mayor velocidad que en los veinte años anteriores, sin haber resuelto los principales problemas sociales.
Mil millones de personas no disponen de agua potable, dos mil millones no tienen acceso a la energía eléctrica y tres mil millones viven con menos de dos euros al día. En España, sin ir más lejos, en esos mismos veinte años se han construido tantos edificios como en los últimos veinte siglos, con los correspondientes impactos y pérdida de territorio y recursos naturales, pero no se ha conseguido solucionar el desempleo.
Todo en aras de un progreso económico que la crisis ha revelado fallido. Es más: ese desarrollismo ha sido una de las causas principales de la crisis que hoy azota la economía mundial. La crisis no es tan sólo financiera, se trata de algo mucho más profundo: es la crisis de un modelo productivo y de consumo claramente insostenible, que debe cambiar. Pero las políticas tradicionales siguen encaminadas solamente a promover la continuidad de ese modelo. La idea de que es la expansión del sistema económico lo que solucionará la pobreza en el mundo simplemente no es realista: si todos los habitantes del planeta consumieran lo mismo que los de los países desarrollados, se necesitarían tres planetas, y sólo tenemos uno.
La era del despilfarro ya no puede continuar; la autorregulación del mercado ha resultado ser un espejismo. Las políticas tradicionales no han tomado nota de esta realidad e insisten en un modelo de desarrollo inviable. En este contexto la pasividad política no es una opción. En España hemos asistido en los últimos dos años a una paralización progresiva de las políticas ambientales para satisfacer las presiones e intereses de los sectores más vinculados a las actividades desarrollistas como la sobre-pesca, la especulación inmobiliaria o la agricultura más insostenible.
Esta parálisis en lo ambiental ha sido el preludio de un giro antisocial en el ámbito de las políticas económicas. Con la excusa de la crisis se han puesto en marcha medidas encaminadas a recortar derechos laborales y debilitar el sistema de protección social, que tanta lucha necesitaron para ser instaurados, para dar satisfacción a los intereses y demandas de los llamados mercados financieros, es decir de los responsables de la crisis.
Los grandes partidos comparten de tal modo su identificación con este modelo económico, productivo y social, que cada vez más ciudadanas y ciudadanos, en particular los más inquietos por la realidad social y ambiental, se sienten decepcionados y se alejan del compromiso político.
EQUO, formado por personas que compartimos una trayectoria común de trabajo a favor de la sostenibilidad ambiental y la equidad social, nace con la voluntad de dinamizar un amplio movimiento sociopolítico que promueva soluciones viables a los grandes desafíos de nuestro tiempo y ofrezca un cauce de participación política a las personas que no se resignan a contemplar pasivamente esta situación.
En especial, EQUO quiere ofrecerse como un espacio de acción política para las generaciones emergentes de jóvenes inquietos ante la crisis social y ambiental que azota la humanidad, dispuestos a comprometerse generosamente para encontrar individual y colectivamente soluciones de actualidad a los desafíos de nuestro tiempo. EQUO quiere conectar también con las ciudadanas y ciudadanos que aspiran a vivir de una manera distinta, que no sea tan dependiente del consumismo y la acumulación de propiedades y deudas, sino que repose en un consumo más responsable y en una mejor calidad de ocupación y de vida. Ahora es el momento.
Otras orientaciones económicas y sociales se imponen. Otro tipo de sociedades son indispensables. Otra prioridad en los valores es deseable: la responsabilidad para con las personas y la sociedad, con los animales y con las generaciones futuras; el equilibrio en las relaciones con la naturaleza; la equidad entendida como igualdad de oportunidades y protección social; la solidaridad entre las personas, los pueblos y las generaciones; el ahorro, la mesura y la eficiencia en el uso de los recursos; la democracia participativa y prospectiva; el pacifismo activo… para abrir caminos hacia otro proyecto realista de sociedad y de civilización en el que sea posible la convivencia pacífica y el bienestar humano para toda la población ajustando el desarrollo a los límites físicos y biológicos del planeta, en un mundo que, aunque no perfecto, sea viable para todos y más justo.
Aunque una nueva propuesta alternativa de sociedad, superadora del capitalismo y el productivismo, en particular en lo que se refiere a un diseño completo de su funcionamiento económico es algo que está por inventar. Llevará su tiempo, pues no hay recetarios ni dogmas preestablecidos para elaborarla. También se requerirá una suficiente acumulación de experiencias en esa dirección. Pero hacerlo es imprescindible. A esta tarea, modestamente, EQUO quiere convocar a cuantas personas, profesionales, expertos y activistas sociales tengan ilusión y voluntad de aportar propuestas para la reorganización política y económica de las relaciones humanas y de la sociedad con la naturaleza. Tampoco partimos de cero. Hay muchas ideas que van en esa dirección. Algunas de ellas han sido formuladas en las distintas ediciones del Foro Social Mundial.
Otras han sido expresadas incluso por los organismos de Naciones Unidas, como las contenidas en la propuesta de Green New Deal (Nuevo Acuerdo Verde) o en el informe sobre Empleos Verdes. Tales soluciones han sido concretadas para nuestro continente en la propuesta Green New Deal para Europa de los Verdes Europeos.
Todas ellas contemplan reformas hacia la reducción paulatina de la huella ecológica, buscando nuevas formas de consumo, producción, transporte, una nueva manera de trabajar y de habitar las ciudades y el medio rural. Son reformas que implican profundos cambios del sistema financiero europeo e internacional, proponen una amplia reforma fiscal y estimulan la investigación científica y la creatividad industrial de acuerdo con las necesidades reales de la sociedad y los límites de la biosfera. Las reformas necesarias solo pueden ser concebidas en un contexto mundial, en el que Europa es nuestra casa. La Unión Europea es la primera que debe de adoptar medidas de cambio.
En primer lugar, porque los países que la forman han explotado más que ninguna otra región sus recursos naturales y los de terceros países y tiene una enorme deuda ambiental pendiente. Pero también porque, por sus capacidades económicas y tecnológicas y por la vitalidad de su sociedad civil, es un espacio privilegiado para emprender un cambio con influencia mundial. A pesar de sus defectos, la Unión Europea ha construido un espacio de paz y cooperación entre los veintisiete estados y 80 pueblos que la componen; ha construido un sistema de protección social y derechos laborales del que carecen otras regiones del mundo; ha liderado los primeros pasos de la agenda climática internacional; ha fomentado cierta protección de los espacios naturales e impuesto algunas restricciones a la industria y al uso de sustancias químicas. Necesitamos influir en Europa, no sólo porque es en Europa donde se adoptan las decisiones políticas que tienen más influencia en la vida de los ciudadanos, sino también porque Europa se encuentra en un dilema: o bien recupera su papel de defensora de los derechos sociales y el medioambiente; o bien se convierte en una herramienta al servicio de la supremacía de los mercados financieros sobre las instituciones democráticas.
Desgraciadamente, es esto último lo que está sucediendo, La crisis ha puesto al descubierto las debilidades del sistema productivo español. La profundidad de la crisis no ha sido el resultado de la rigidez de las relaciones laborales, cuando duplica las tasas europeas de temporalidad. Tampoco se debe a un exceso de gasto social cuando es bastante menor que el de los países de su entorno.
La profundidad de la crisis se debe a un modelo productivo dependiente de la especulación y el ladrillo, que además ha fomentado la corrupción a unos niveles alarmantes. Las inversiones públicas y las ayudas europeas se han orientado en exceso a desarrollar infraestructuras ambientalmente insostenibles y económicamente ineficientes. Se dijo que eran para generar y consolidar el empleo pero ahora resulta que España es el país con más kilómetros de autovía y más aeropuertos y el que acumula la mayor tasa de desempleo. Sin embargo, la peculiar situación española en el contexto europeo e internacional, aconsejaría una senda de desarrollo diferente para cambiar un modelo productivo demasiado dependiente de sectores y actividades insostenibles.
Posibilidades no le faltan: cuenta con la mayor riqueza en biodiversidad de la Unión Europea, con un potencial extraordinario en el desarrollo de las energías renovables, con la mayor superficie cultivada de agricultura ecológica, con excelentes profesionales en ámbitos como la salud, la investigación científica y la educación, con una sociedad civil activa y comprometida… que podrían llevar a construir un desarrollo diferente y con futuro y una transición justa para alcanzarlo. Pero para generar el cambio necesario se requiere otra política diferente a la ofrecida por los partidos tradicionales y se necesitan otras prioridades en política. EQUO ha nacido para hacerlo posible. por lo que hace falta que las oportunas resistencias nacionales o sectoriales –como la Huelga General del 29-S, coincidente con Jornada de Acción convocada por la Confederación Europea de Sindicatos– desemboquen en los próximos años en un modelo diferente de construcción europea y un modelo alternativo de desarrollo.
La legitimidad del proyecto europeo se logrará reinventando el lugar de Europa en el mundo y extendiendo las políticas de protección social y ambiental en vez de debilitarlas. Sus crisis, nuestras soluciones.
ANTE LA CRISIS ECONÓMICA: Economía sostenible, reforma del sistema financiero, fiscalidad ambiental, consolidación de la protección social y recuperación de los derechos laborales, Transporte y Edificación sostenibles, fomento de los Empleos Verdes, I+D+i para un cambio de modelo de desarrollo.
ANTE LA CRISIS CLIMÁTICA Y ENERGÉTICA: Cumplimiento del Protocolo de Kioto; 30% de reducción de emisiones para 2020; Transición justa a una economía baja en carbono; fin de la Energía Nuclear; Ahorro y eficiencia energética y 100% de Energías Renovables.
ANTE LA CRISIS AMBIENTAL: Cumplimiento efectivo de la normativa ambiental, protección de la biodiversidad y su correspondiente financiación; fin del maltrato a los animales.
ANTE LA CRISIS POLÍTICA: Tolerancia cero con la corrupción; máxima transparencia de las actuaciones públicas; democracia participativa con amplia participación de la sociedad civil; democracia prospectiva que contemple las consecuencias y responsabilidades a largo plazo de las políticas adoptadas.
ANTE LA CRISIS GLOBAL: Reforma de las instituciones financieras internacionales, desaparición de los paraísos fiscales y tasa a las transacciones financieras; giro en la política de la Unión Europea, para orientarla hacia la sostenibilidad ambiental, el empleo y la solidaridad; justicia ambiental; cumplimiento de los Objetivos del Milenio y 0,7 para ayuda al desarrollo; desarme y solución pacífica de los conflictos.
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