Nuestro primer mini artículo...
dedicado a las gentes de
Cadalso desde este blog...
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Este fue nuestro primer homenaje a las gentes ....
título: "El campo se cierra" autor : Carlos A
Me creo en la obligación de rendir homenaje en este blog a todas aquellas profesiones que tanto aportaron a este pueblo y que mejor de empezar por los jornaleros del campo que fueron capaces de crear con sus manos lo que ahora no somos capaces de mantener.
VA POR ELLOS...........
arando la tierra
Y ..... GRACIAS POR VUESTRO TRABAJO....
Me creo en la obligación de rendir homenaje en este blog a todas aquellas profesiones que tanto aportaron a este pueblo y que mejor de empezar por los jornaleros del campo que fueron capaces de crear con sus manos lo que ahora no somos capaces de mantener.
VA POR ELLOS...........
arando la tierra
Y ..... GRACIAS POR VUESTRO TRABAJO....
Los Jornaleros, hombres sin tierra
Una de las raíces de la que parte la decimonónica y pastoril visión de las relaciones económicas que tenemos en España, arranca de la necesidad que suponía, hasta hace no muchas décadas, de ser propietarios de tierras de labor para su uso agrícola.
No hablamos de la pequeña fracción de privilegiados que poseían la mayor parte de la tierra, que les proporcionaban, desde una situación acomodada, hasta el control social de comarcas enteras de nuestro país. Nos referimos a todos aquellos hombres sin tierra cuyo único anhelo era ser poseedores de la suya propia, su terruño, del que sólo ellos pudieran extraer el fruto, y que sirviera para sacarles de la vida miserable, indigna y de semi esclavitud a la que vivían abocados. Estamos hablando de los jornaleros; los hombre sin tierra.
No hablamos de la pequeña fracción de privilegiados que poseían la mayor parte de la tierra, que les proporcionaban, desde una situación acomodada, hasta el control social de comarcas enteras de nuestro país. Nos referimos a todos aquellos hombres sin tierra cuyo único anhelo era ser poseedores de la suya propia, su terruño, del que sólo ellos pudieran extraer el fruto, y que sirviera para sacarles de la vida miserable, indigna y de semi esclavitud a la que vivían abocados. Estamos hablando de los jornaleros; los hombre sin tierra.
No hace falta investigar mucho en nuestros árboles genealógicos para encontrarnos con que muchos de nuestros antepasados eran hombres sin tierra. Sin su esfuerzo carente de otra recompensa que no fuera la mera supervivencia, no estaríamos hoy aquí. La vida del jornalero era la vida de semi esclavitud, dedicada a errar de un lugar a otro mendigando trabajo para poder proporcionar a su prole algo que llevarse a la boca.
Las condiciones no podían ser más penosas; el sueldo de miseria era el que el terrateniente ofertase ya que la mano de obra abundaba, las jornadas eran de sol de sol, y el esfuerzo y el dolor de un trabajo tan duro, inimaginable.
La España antigua siempre fue un país de pobreza, superstición y guerra. Y las viejas estructuras de control no permitían pasar de un nivel social a otro tan fácilmente. Era la restringida posesión de la tierra lo que permitía ese salto social. El anhelo por la propiedad de la tierra como medio de lograr la propia libertad se grabó a fuego en sus mentes generación tras generación, incorporándose poco a poco a la idiosincrasia de todo un pueblo, llegando incluso a ser fácilmente identificable en nuestros días.
Esa desesperación por la posesión aún resuena con fuerza en muchas mentes ibéricas, aunque ya sin saber muy bien de dónde parte tan potente pulsión. Imaginemos lo que suponía para nuestros “abuelos” poder disponer de sus propias tierras. A muchos les podía llevar toda una vida de esfuerzos poder pagar apenas unas fanegas de cereal, unos olivos o unos pastos que, entregados a sus hijos como un auténtico tesoro, podían hacer de su vida una experiencia algo menos ingrata que la de sus padres. Se aseguraba un lugar en la sociedad de la época ya que “tenía algo”, era propietario de aquello que le proporcionaba alimento y seguridad.
Su vida ya estaba vinculada a un determinado terruño, e instalado en una casa permanente se acababa el vagar de comarca en comarca buscando el jornal.
Esa posesión era la base para la prosperidad de su familia, por lo tanto, y a ojos de Dios, había triunfado en su labor vital.
Podemos establecer ciertos paralelismos con la situación actual en lo referente a la adicción enfermiza por la posesión de bienes materiales que padecemos en España. Quizá habría que empezar a recordar que la posesión es sólo una ilusión, ya que en último caso, si se opta, por ejemplo, por dejar de pagar impuestos, el Estado -dueño subsidiario del país entero- te embarga tus bienes, igual que pasaría en el caso de impago de las deudas privadas. Bajo ese punto de vista podríamos decir que todos vivimos de alquiler.
Pero no olvidemos una gran diferencia en lo referente a la posesión de la tierra; el beneficio era algo real, físico; te alimentabas o vendías año a año el fruto de tu posesión y, desde luego, necesitaba de una dura tarea para que se produjera dicho fruto. Resultaba difícil imaginar que la mera posesión de algo sin un uso determinado pueda dar ningún tipo de renta. Por eso cuando hablamos de los millones de casas vacías que existen en España, podemos llegar a imaginar una pobreza semejante a la de un fértil campo de labor devorado por los cardos borriqueros.
La visión antigua del poseer-para-trabajar era bastante más pragmática y sensata si pensamos que la idea de posesión y, mediante el uso de la propiedad se cubrían las necesidades de una familia. Cosa distinta resulta el trabajar-para-poseer en el que vivimos instalados hoy día, saturados de objetos, y propiedades, sucumbimos a la idea de que la mera posesión nos gratificará en un futuro ahora incierto cuando otros (nuestros "hijos") pretendan vivir de unos inciertos beneficios económicos derivados de la simple posesión.
Alejarnos de nuestros fines vitales y perseguir milenarias quimeras, y toda una gama de El Dorado de riquezas sin esfuerzo es tan antiguo como la propia humanidad. Nada más lejos de la realidad. Los centros de decisión y control son los encargados de decirnos cuánto-vale-qué y durante cuánto-tiempo. Sólo tenemos que mirar a nuestro alrededor para observar a "jornaleros" del s.XXI, vagando de trabajo en trabajo por sueldos de miseria, deseando tener más para no sé sabe bien qué, en una cruel escalera cuyo triste final es el alejamiento del ser humano de su libertad, decisión e individualidad.
Crónicas desde mi huerto
la piñota no se hace responsable de las opiniones vertidas por los visitantes, los contenidos pueden ser reproducidos citando las fuentes y siempre que no existan intereses comerciales..
Las condiciones no podían ser más penosas; el sueldo de miseria era el que el terrateniente ofertase ya que la mano de obra abundaba, las jornadas eran de sol de sol, y el esfuerzo y el dolor de un trabajo tan duro, inimaginable.
La España antigua siempre fue un país de pobreza, superstición y guerra. Y las viejas estructuras de control no permitían pasar de un nivel social a otro tan fácilmente. Era la restringida posesión de la tierra lo que permitía ese salto social. El anhelo por la propiedad de la tierra como medio de lograr la propia libertad se grabó a fuego en sus mentes generación tras generación, incorporándose poco a poco a la idiosincrasia de todo un pueblo, llegando incluso a ser fácilmente identificable en nuestros días.
Esa desesperación por la posesión aún resuena con fuerza en muchas mentes ibéricas, aunque ya sin saber muy bien de dónde parte tan potente pulsión. Imaginemos lo que suponía para nuestros “abuelos” poder disponer de sus propias tierras. A muchos les podía llevar toda una vida de esfuerzos poder pagar apenas unas fanegas de cereal, unos olivos o unos pastos que, entregados a sus hijos como un auténtico tesoro, podían hacer de su vida una experiencia algo menos ingrata que la de sus padres. Se aseguraba un lugar en la sociedad de la época ya que “tenía algo”, era propietario de aquello que le proporcionaba alimento y seguridad.
Su vida ya estaba vinculada a un determinado terruño, e instalado en una casa permanente se acababa el vagar de comarca en comarca buscando el jornal.
Esa posesión era la base para la prosperidad de su familia, por lo tanto, y a ojos de Dios, había triunfado en su labor vital.
Podemos establecer ciertos paralelismos con la situación actual en lo referente a la adicción enfermiza por la posesión de bienes materiales que padecemos en España. Quizá habría que empezar a recordar que la posesión es sólo una ilusión, ya que en último caso, si se opta, por ejemplo, por dejar de pagar impuestos, el Estado -dueño subsidiario del país entero- te embarga tus bienes, igual que pasaría en el caso de impago de las deudas privadas. Bajo ese punto de vista podríamos decir que todos vivimos de alquiler.
Pero no olvidemos una gran diferencia en lo referente a la posesión de la tierra; el beneficio era algo real, físico; te alimentabas o vendías año a año el fruto de tu posesión y, desde luego, necesitaba de una dura tarea para que se produjera dicho fruto. Resultaba difícil imaginar que la mera posesión de algo sin un uso determinado pueda dar ningún tipo de renta. Por eso cuando hablamos de los millones de casas vacías que existen en España, podemos llegar a imaginar una pobreza semejante a la de un fértil campo de labor devorado por los cardos borriqueros.
La visión antigua del poseer-para-trabajar era bastante más pragmática y sensata si pensamos que la idea de posesión y, mediante el uso de la propiedad se cubrían las necesidades de una familia. Cosa distinta resulta el trabajar-para-poseer en el que vivimos instalados hoy día, saturados de objetos, y propiedades, sucumbimos a la idea de que la mera posesión nos gratificará en un futuro ahora incierto cuando otros (nuestros "hijos") pretendan vivir de unos inciertos beneficios económicos derivados de la simple posesión.
Alejarnos de nuestros fines vitales y perseguir milenarias quimeras, y toda una gama de El Dorado de riquezas sin esfuerzo es tan antiguo como la propia humanidad. Nada más lejos de la realidad. Los centros de decisión y control son los encargados de decirnos cuánto-vale-qué y durante cuánto-tiempo. Sólo tenemos que mirar a nuestro alrededor para observar a "jornaleros" del s.XXI, vagando de trabajo en trabajo por sueldos de miseria, deseando tener más para no sé sabe bien qué, en una cruel escalera cuyo triste final es el alejamiento del ser humano de su libertad, decisión e individualidad.
Crónicas desde mi huerto
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recordar que no pude llamarle al blog
La Piñota y se quedo con Cadalso Vive...
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