martes, 13 de julio de 2010

En recuerdo de una gran mujer...

supongo que fue el destino quien nos rompió el corazón...



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" La 7 "
La recuerdo perfectamente, tenía andares elegantes y era inteligente, educada y muy guapa, tanto que la conocíamos como Mari Carmen, "La 7", evocando a las hermosas chicas que acompañaban al agente "007" en sus películas. Pasaba largas temporadas en Cadalso donde sus padres tenían un chalet, allí la conocí y la oía hablar cosas que me parecían dibujos de colores.

Cuando llegaban las Navidades, los amigos y amigas solíamos ir a tomar vinos -de mesones, decíamos entonces- al Madrid de los Austrias. En uno de aquellos mesones, un viejo de mirar abstraído tocaba con un acordeón canciones románticas inmortales. Una de esas tardes, en la puerta de aquel mesón, ella me dio un beso. Aquella noche -y otras muchas-, antes de dormirme pensaba en aquel beso. Otras desconfiaban de mí, no llegaba a inspirarles confianza, en cambio ella me besó...

Pero se enamoró de Tomás, gran persona y buen amigo. Se querían como adolescentes que eran y se miraban a los ojos, protegidos por las sombras de las encinas y los chopos, cuando por Semana Santa marchábamos todos de excursión al campo, cerca de los Toros de Guisando, junto a un meandro del arroyo Tórtolas, allá empezaba a oler a primavera antes que en ningún otro lugar; en cambio, a mí me parecía que el olor venía mezclado con algo parecido a un dolor.

Un día me enteré del ingreso de Tomás en el hospital Clínico. Tenía leucemia. Yo iba a visitarle con frecuencia y comencé a sentir verdadera veneración por él. Nunca olvidaré cómo luchó contra su enfermedad convencido de su victoria. Recuerdo que le componía escritos diciéndole que se recuperaría y cuando le dieran el alta yo no sabría ya qué hacer por las tardes en Madrid. Un atardecer, parecido a otros muchos atardeceres de hospital, hablé con Mari Carmen en el pasillo, me dijo con lágrimas en los ojos que estaba cansada, que eran muchos meses soportando esa situación y que sus días pasaban sin vivirlos... Al poco tiempo rompieron su noviazgo, como única explicación él me dijo que ella no merecía aquella situación.

Coincidí en Barcelona con Tomás, yo cumplía la "mili" y él hacía frecuentes viajes esperando le transplantaran la médula espinar de su hermano Fernando. Una vez volvimos juntos a Madrid, dormí en casa de sus siempre hospitalarios padres y comprobé que su habitación estaba llena de libros que trataban de su enfermedad. Estaba convencido de su triunfo y se instruía para mejor combatirla. Jamás le escuché quejarse y a sus labios afloraba casi siempre una sonrisa, ¡qué gran ejemplo fue para mí! Cuando me casé asistió sólo a la boda. Su ex-amor ejercía su carrera docente en Canarias. En aquel entonces Tomás ya había vencido su dolencia: leucocitos, plaquetas, glóbulos rojos y todo lo demás pasaron a ser recuerdos. Incluso comprobé que había recuperado el pelo que los fuertes tratamientos médicos le tomaron prestado.

Después yo pasé junto a mi fascinante mujer, Paloma, casi seis años en Argel. Al cabo, volvimos a la normalidad, tan anhelada por mí, de Madrid y Cadalso. Una noche en Cadalso, siempre Cadalso, me dieron la noticia: En Canarias, en un accidente de tráfico absurdo murió Mari Carmen. Contaba 28 años y seguía siendo inteligente, educada y muy guapa y cuando caminaba parecía acariciar suavemente el suelo. Yo la admiraba y ella, estoy seguro, no lo supo nunca.

Esta tarde el calor me hace pasar por dentro de mis recuerdos y me descubren lo que ya no soy y, pienso, que con el paso de los años la vida se convierte en una nostalgia de las dulzuras perdidas, de las ingenuidades robadas... Yo sigo recordando en Navidad a aquella mujer, a su beso y a aquel viejo con su acordeón y sus canciones, que ahora me parecen las más tristes del mundo.

Miguel MORENO GONZÁLEZ


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Si Miguel con ella perdimos mas que una cuñada...

una hermana que nos dejo pronto y destrozados...


D.P.

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