Aquella "Noche de Reyes"
Hoy, después de mucho tiempo, parece que "las musas" me quieren visitar o, al menos, "algo" me empuja al teclado y quiere "brotar".
Y me vienen a la memoria aquellas inolvidables "Noches de Reyes" de la infancia, aquellas plagadas de ilusión, de esperanzas y, sobre todo, de nervios y ansia por ver amanecer.
Ya la tarde antes, con la Cabalgata, modesta pero no por ello exenta de magia, habíamos imaginado, y casi dado vida, miles de sueños decorados de bicicletas, coches de "Formula" a pedales, aquel Scalextric que, tras el cristal de "Plesimar", nos invitaba ¡¡¡a jugar!!! y, casi siempre, nos habíamos sentido "El Virginiano" o "Red Rider" o, incluso, los heroes de aquellas tardes mágicas, en Eastmascolor y Technicolor, del cine del "Tío Caro", ataviados con aquellas cartucheras, rífles, pistolas y hasta sombrero y chaleco que, sin fallar, cada año nos llegaban de Oriente, perfectamente colocados sobre un cartón que, decorado con escenas "del Oeste", nos invitaba a imaginar.
Y me acuerdo especialmente de una noche, la del año 63 ó 64, en que al final de la cabalgata, a las puertas de la Iglesia, el Tío Manolo "el alguacil" se erigió, por una vez, en protagonísta y, con toda la dulzura del mundo, nos regaló un poema, que yo creí de su cosecha, en el que hacía alusión a los "tristes Reyes del pobre Manolillo que en su humilde buhardilla, solitario, con frío y sin "regalos", sentiría ya, en su más tierna infancia, la cruda realidad". Fué de esas cosas que te impactan, que se te quedan dentro ya para siempre, en parte porque, en mi inocencia infantil, asocié a Manolillo con mi amigo Manolo y, agobiado, descubrí la solidaridad.
También me acuerdo de esas noches que eran un duermevela, sobresaltadas, con sombras y ruidos que nos hacían inmaginar, ver sin haber visto y... que no se acababan nunca, como si el día no quisiera llegar y al final, el cansancio, los nervios y, por fín, el sueño, nos ganaban la batalla y rendidos caíamos a sus pies cuando ya, tras la Peña, el Sol nos venía a despertar.
Y de repente, por sorpresa, los ojos abiertos y ante nosotros, amplia y feliz, inolvidable, la sonrisa de nuestra madre que, ilusionada y emocionada,nos descubría que, por cosas como estas, la Vida vale la pena y, más aún, pasados los años, con los recuerdos, volver a disfrutarla.
( A mis Padres, a los que siempre, y más en este día, echo de menos )
Y me vienen a la memoria aquellas inolvidables "Noches de Reyes" de la infancia, aquellas plagadas de ilusión, de esperanzas y, sobre todo, de nervios y ansia por ver amanecer.
Ya la tarde antes, con la Cabalgata, modesta pero no por ello exenta de magia, habíamos imaginado, y casi dado vida, miles de sueños decorados de bicicletas, coches de "Formula" a pedales, aquel Scalextric que, tras el cristal de "Plesimar", nos invitaba ¡¡¡a jugar!!! y, casi siempre, nos habíamos sentido "El Virginiano" o "Red Rider" o, incluso, los heroes de aquellas tardes mágicas, en Eastmascolor y Technicolor, del cine del "Tío Caro", ataviados con aquellas cartucheras, rífles, pistolas y hasta sombrero y chaleco que, sin fallar, cada año nos llegaban de Oriente, perfectamente colocados sobre un cartón que, decorado con escenas "del Oeste", nos invitaba a imaginar.
Y me acuerdo especialmente de una noche, la del año 63 ó 64, en que al final de la cabalgata, a las puertas de la Iglesia, el Tío Manolo "el alguacil" se erigió, por una vez, en protagonísta y, con toda la dulzura del mundo, nos regaló un poema, que yo creí de su cosecha, en el que hacía alusión a los "tristes Reyes del pobre Manolillo que en su humilde buhardilla, solitario, con frío y sin "regalos", sentiría ya, en su más tierna infancia, la cruda realidad". Fué de esas cosas que te impactan, que se te quedan dentro ya para siempre, en parte porque, en mi inocencia infantil, asocié a Manolillo con mi amigo Manolo y, agobiado, descubrí la solidaridad.
También me acuerdo de esas noches que eran un duermevela, sobresaltadas, con sombras y ruidos que nos hacían inmaginar, ver sin haber visto y... que no se acababan nunca, como si el día no quisiera llegar y al final, el cansancio, los nervios y, por fín, el sueño, nos ganaban la batalla y rendidos caíamos a sus pies cuando ya, tras la Peña, el Sol nos venía a despertar.
Y de repente, por sorpresa, los ojos abiertos y ante nosotros, amplia y feliz, inolvidable, la sonrisa de nuestra madre que, ilusionada y emocionada,nos descubría que, por cosas como estas, la Vida vale la pena y, más aún, pasados los años, con los recuerdos, volver a disfrutarla.
( A mis Padres, a los que siempre, y más en este día, echo de menos )
recogido de nuestro amigo Marconi...
Baltasar Villarín Conde
Escritor Galardonado.
Ya ves Carlos, a veces la Nostalgia nos aprisiona y escribiendo, lo que nos dicta el corazón, somos capaces de "revivir" una "Noche Mágica", como lo eran todos aquellas de nuestros primeros años y, con ello, "disfrutar" de las PERSONAS que con su entrega y amor, nos hacían tangible eso tan hermoso, y a la vez tan dificil, que es la FELICIDAD.
ResponderEliminarGracias por publicar este "desahogo literario" y,de paso, demostrarnos, una vez más, que no se te escapa una, que eres todo SENSIBILIDAD.
Un abrazo. Balta.
Balta, expresado tal y como era, bueno… como es. Las noches más mágicas de nuestras vidas.
ResponderEliminarUn saludo afectuoso
Tony