martes, 10 de noviembre de 2009

La Tauromaquia

A modo de réplica o defensa hacia los comentarios que están surgiendo referentes al mundo de los toros, un cadalseño, seguidor de este blog me pide le publique este artículo por si pudiera aclarar cosas referentes al mismo...... quiero dejar claro que este blog estará a disposición de la persona que desee exponer su argumento contrario siempre que se respete las normas del mismo...
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¡ERAN LAS CINCO EN "ASQUITO" DE LA TARDE!

Sombrío panorama me parecen los comentarios que se dan sobre las corridas de toros en el artículo sobre el nuevo -y merecido- "Piñota de Oro", Mariano Rojo, aparecido en el "blog" "Cadalso-Vive".

Sé que la corrida posee ciertas oscuridades que ustedes definen exageradamente restándole, en mi opinión, credibilidad a sus manifestaciones. Efectivamente, el toreo es también sangre pero no es ni por asomo esa sangre la que a los aficionados (especie en vías de extinción entre los que me encuentro) nos convoca a la plaza. Puede sonar paradójico si digo que el más convencido defensor del toro es el aficionado. Y digo aficionado y no ciertos taurinos que al socaire del dinero y de sus intereses personales irrumpen en la plaza para montar corridas circenses, grotescas y esperpénticas -muchas veces con la connivencia, entre otros, de los propios protagonistas- donde se pasan por el arco del vil metal toda la grandeza que atesora el toreo. En esas corridas, es verdad que el toro que se lidia es débil y mueve a compasión por las constantes vejaciones que padece dentro -y fuera- del redondel y que una masa festiva y taurinamente ignorante -que no aberrante u oscura- parece disfrutar. Pero el aficionado y cualquier persona con sensibilidad están tan (o más) en contra de esos actos como lo puedan estar ustedes mismos. Los aficionados sencillamente amamos el toreo porque una tarde se nos reveló y nos deslumbró envolviéndonos entre los pliegues de un capote con aromas celestiales.

El arte de Cúchares (Fco. Arjona, "Cúchares", Madrid 19-5-1818. "La gracia, el donaire y la sabiduría tienen solo un nombre: el arte de Cúchares") evidentemente no es nacional. El arte no es patrimonio de ninguna nacionalidad, si acaso lo será de quien lo percibe en su fibra más sensible. A diferencia de otras artes ésta es efímera y, como todas, reveladora e intuitiva. Ella se desliza directa hacia la emoción no necesitando obligadamente de cicerones que nos la descubran. Su plasticidad ya se encarga de ello. Sólo es cuestión de que la suerte nos favorezca con estar en el lugar y en el momento idóneo, sobrarán entonces palabras y argumentos para definirlo. Esta suerte les deseo a ustedes: poder "sentir" en lo más íntimo el "arte de Cúchares", sin por ello abjurar del componente cruento que ustedes lógicamente repudian.

Dándole respetuoso su parte de razón en lo que expuso en sus comentarios, yo quiero reivindicar la -al menos- otra parte de razón que nos asiste a los que vivimos el toreo y que un servidor, en diversos artículos aparecidos en estas y otras hospitalarias páginas, ha descrito torpemente y que se me antoja innecesario y fuera de lugar enumerar. Tampoco quiero caer en la dicotomía de toros sí o toros no y justificarlos con el, entre otros, manido argumento -cierto por otra parte- de los grandes artistas que buscaron -y encontraron- la inspiración en este arte que surge, no lo olvidemos, después de dominar un fiero y brusco animal con ritmo, cadencia, suavidad y sentimiento. ¿No les parece, cuando menos, sorprendente el convertir la violencia en arte armónico? Yo creo que al final todo es cuestión de sensibilidad y ya sabemos lo subjetiva que es esta señora.

Es cierto que el toro muere en la plaza pero ¿qué sería de él y de las dehesas donde pastan si el toreo desapareciera? De muchos animales ya sólo se conservan las láminas coloreadas que aparecen en las enciclopedias y de innumerables tierras únicamente queda el suelo que ocupan grandes edificaciones. Por contra, año tras año, sigue apareciendo por el toril este morlaco bien cuidado durante años en esas dehesas, desafiante, orgulloso y digno y las únicas murmuraciones que se oyen entonces en la plaza son de admiración y a muchos, además, nos arrancan lágrimas emocionadas cuando colaboran a inmortalizarse hermosamente en nuestra memoria para así poder ser felices cuando nos asalta su recuerdo. ¿Se les da hoy al resto de los animales esta bella posibilidad?

Se atribuye a Rafael "El Gallo", el divino calvo, la frase: "El toreo es tener un sentimiento y decirlo". Cada tarde nos dirigimos a la plaza con la secreta ilusión de que nos conmueva ese sentimiento. Y eso, créanme, es al final la única razón que nos asiste a los aficionados, y la llevamos tan en secreto que ni defenderla sabemos. Respetuosamente les traslado esta versión de las corridas que espero sabrán también respetar ustedes. Atentamente.

Miguel MORENO GONZÁLEZ

1 comentario:

  1. Agradezco a ambos sus escritos y el respeto, modo y forma de expresarse en este su blog...
    saludos.
    Carlos A.

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