SE FUE JUAN POSADA .....
Juan Posada.
Su hijo, Antonio Posada, inauguró la actual plaza de toros de mi pueblo, Cadalso de los Vidrios, el 14-04-1990 con un novillo también de procedencia cadalseña, Sotillo Gutiérrez. Algún año después le encontré en Cadalso cubriendo un festejo de Feria. Hablé con él después del apartado matinal: "Maestro, ¿sabe usted que su hijo inauguró esta plaza?". Me respondió sorprendido que lo desconocía. Para demostrárselo le llevé al despacho del Alcalde de entonces, Antonio Sibert, que, muy amablemente, nos dejó entrar para leer la inscripción con el nombre de su hijo, Antonio Posada, ilustrando la cabeza disecada del novillo que pendía de una de las paredes del mencionado despacho. Salimos y estuvimos paseando un ratito bajo un sol cadalseño encantador. Me pareció un "rara avis" dentro del mundo del toro. Me habló de la cantidad de tabúes absurdos que aún prevalecían en el toreo y comentó que de una vez por todas había que erradicar y ponerse al día. Su nieto, Santiago Ambel Posada, fué el triunfador de la Feria de Novilladas de Cadalso en el 2006.
Años después, una noche Isidril, asistí al coloquio que impartía en el Hotel Victoria de Madrid. Aquella tarde no le dieron una oreja a Jesús Pérez "El Madrileño". En ese coloquio viví uno de mis momentos taurinos más emocionalmente intensos. Llegó el padre de Jesús Pérez, un hombre pequeño en estatura, grande en convicciones, acompañado por otra persona más corpulenta. Alguien hablaba de lo sucedido esa tarde con la oreja del "Madrileño". Su padre tomó la palabra, nadie le conocíamos. Juan Posada estaba enfrente de todos nosotros al mismo nivel del suelo (no en sapiencia y conocimientos taurinos). El progenitor del novillero habló con el corazón para explicarnos lo que le hubiera supuesto a su hijo la concesión de la oreja. Y lo dijo de tal forma, tan desgarradoramente, con tal convicción, con tanto sentimiento... que hasta los que creíamos que había estado bien negada nos convenció por el sobrecogedor modo de decírnoslo. Y siguió hablando y se iba emocionando más y más. Y nosotros con él, sólo que nosotros conmovidos le escuchábamos en silencio. Se le acabaron saltando como ovaciones las lágrimas de sus ojos. Y el hombre corpulento que le acompañaba se levantó, lo tomó del brazo y le dijo con seguridad pero apaciblemente, como si no quisiera romper la magia que ese hombre había provocado en aquel momento: "Ya está bien, Jesús, ya vale. Vámonos". Y salieron el padre pequeño de grandes convicciones y el hombre grande que le acompañaba, envueltos en lágrimas calladas. Silencio desgarrador en la sala. Pasa un rato lleno de emociones. Y dice escueto, lento, rota la voz, Juan Posada: "A mí este hombre me ha emocionado como pocas veces me ha sucedido después de tantos años en el mundo del toro". Y todo se acabó en ese instante. Y fuimos saliendo con un montón de triunfos y emociones revoloteando entre nuestros corazones. Y no los pudimos parar.
Y hoy, cuando he visto la noticia de su muerte, me vino todo esto a la cabeza.
Miguel Moreno González.
Años después, una noche Isidril, asistí al coloquio que impartía en el Hotel Victoria de Madrid. Aquella tarde no le dieron una oreja a Jesús Pérez "El Madrileño". En ese coloquio viví uno de mis momentos taurinos más emocionalmente intensos. Llegó el padre de Jesús Pérez, un hombre pequeño en estatura, grande en convicciones, acompañado por otra persona más corpulenta. Alguien hablaba de lo sucedido esa tarde con la oreja del "Madrileño". Su padre tomó la palabra, nadie le conocíamos. Juan Posada estaba enfrente de todos nosotros al mismo nivel del suelo (no en sapiencia y conocimientos taurinos). El progenitor del novillero habló con el corazón para explicarnos lo que le hubiera supuesto a su hijo la concesión de la oreja. Y lo dijo de tal forma, tan desgarradoramente, con tal convicción, con tanto sentimiento... que hasta los que creíamos que había estado bien negada nos convenció por el sobrecogedor modo de decírnoslo. Y siguió hablando y se iba emocionando más y más. Y nosotros con él, sólo que nosotros conmovidos le escuchábamos en silencio. Se le acabaron saltando como ovaciones las lágrimas de sus ojos. Y el hombre corpulento que le acompañaba se levantó, lo tomó del brazo y le dijo con seguridad pero apaciblemente, como si no quisiera romper la magia que ese hombre había provocado en aquel momento: "Ya está bien, Jesús, ya vale. Vámonos". Y salieron el padre pequeño de grandes convicciones y el hombre grande que le acompañaba, envueltos en lágrimas calladas. Silencio desgarrador en la sala. Pasa un rato lleno de emociones. Y dice escueto, lento, rota la voz, Juan Posada: "A mí este hombre me ha emocionado como pocas veces me ha sucedido después de tantos años en el mundo del toro". Y todo se acabó en ese instante. Y fuimos saliendo con un montón de triunfos y emociones revoloteando entre nuestros corazones. Y no los pudimos parar.
Y hoy, cuando he visto la noticia de su muerte, me vino todo esto a la cabeza.
Miguel Moreno González.
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