miércoles, 13 de diciembre de 2017

curiosidades que desconocía...

En este artículo que habla del amor a la lumbre dan a conocer lo que son unas trébedes y no son lo que creo que muchos pensamos...

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Al amor de la lumbre...


Trébede sobre la lumbre...




























Ahora que llegan los fríos, como apetece estar sentado cerca de una buena lumbre, contemplando como arde la leña o como saltan chispas del fuego.
Esta lumbre antiguamente estaba situada en el eje del hogar: “la cocina”.
La cocina era el centro de la casa ya que en ella además de hacerse las comidas, era el único sitio que se disponía de calor continuo, por eso era el lugar donde se hacía la vida.
En la cocina estaba la hornacha o lumbre baja, atizada con leña, sobre la cual se asentaba la trébede. La trébede era un espacio o poyata grande, construida sobre la hornacha que calentaba la cocina y servía para sentarse y hasta tumbarse al calor. También se denomina trébede a la parrilla de hierro redonda con tres patas que se usa para poner sobre ella los pucheros y guisar en la boca de la hornacha. Más tarde vinieron las cocinas económicas también conocidas como bilbaínas alimentadas por leña y carbón.

Cocina bilbaina

Calentador
Para calentar las demás estancias de las casas, sobre todo las habitaciones, se utilizaban utensilios que transportaban el foco calórico a dichos puntos. Por ejemplo los calentadores de latón, formados por un recipiente donde se colocaban las brasas de la lumbre y un largo mango de madera, que eran pasados por las sábanas de la cama.

Destinados a calentar la habitación o la sala en general estaban los braseros y calderetas.

   Pero donde todo relato, real o imaginado o ambas cosas a la vez, tomaba más visos de misterio era al calor de la lumbre en las largar tardesnoches de invierno con muchas horas de ocio y pocas diversiones en las que afloraba toda la historia oral, todas las creencias, todas las supersticiones, en el pequeño semicírculo del escaso metro cuadrado que rodeaba a las chimeneas. Los entresijos de las historias con el rubor de la llama se hacían más enigmáticos, adquirían mayor dramatismo y más emoción.
Y en la cocina al amor de la lumbre, tenían lugar las reuniones nocturnas después de la cena. En animada velada con la familia y los vecinos, se cantaban romances y coplas, se contaban cuentos que pasaban de padres a hijos y se hacía un repaso de todos los acontecimientos de la comarca. Mientras en el exterior, el frio y los primeros copos de nieve, anunciaban un duro invierno...
    Hoy, las chimeneas, donde las hay, han quedado relegada a un rincón de la casa, algunas, incluso, con la lumbre cautiva tras un cristal para que no resten brillo al televisor, artefacto esencial para la magia del siglo XXI y cuyo semicírculo de más metros cuadrados, la gente sigue otras historias, otras leyendas, otros ritos, dicen que más reales, pero más lejanos y menos constructivos. 
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